Alekséi Balabánov, director ruso que supo moverse entre la comedia absurda —suya es Días felices donde adaptaba al irlandés Samuel Beckett todavía en los tiempos de la URSS— y el thriller criminal más serio —muchos han aclamado sus películas Brat (Brother) y Brat 2 (Brother 2)— tenía claro que el cine norteamericano bajo el prisma de crítica social era algo que quería vivir en sus propias carnes. No se decidió a salir de Rusia para ampliar horizontes, pero sí consiguió que la sátira hiciese mella en el experimento en el que se convierte Ruleta rusa (Dead Man’s Bluff, 2005), donde dos matones a sueldo, un maletín misterioso y una sencilla tarea de su capo de confianza que se complica harán las delicias de quien se acerque a ella.
¿Os suena la premisa? Sí, podéis pensar directamente en Pulp Fiction porque es obvio que Balabánov conocía las andanzas de John Travolta y Samuel L. Jackson al dedillo. Salvando las distancias físicas e intelectuales, además de tener que soportar unos horribles cortes de pelo que estos dos actores jamás habrían podido lucir, el dúo acompasa un mal día que no hace más que rememorar guiños a unos años noventa que solo eran parejos a lo representado por Tarantino en el tiempo. Porque el director no pierde la ocasión de hacer humor con una situación un tanto escabrosa —Guy Ritchie podría pasar por su primo hermano— y se lleva a su terreno eso de las mafias callejeras que dominarán el mundo a través de los últimos coletazos de una Unión Soviética que daría paso a nuevas clases de ladrones y líderes, en ocasiones incapaces de distinguirse entre ellos.
Con esa clara estipulación cronológica, y dejando claro en sus primeros compases que la policía y la mafia colaboraban en esa época de inestabilidad política, Ruleta rusa nos lleva a seguir historias puntuales de individuos peligrosos y un tanto torpes en su eficacia por hacer algunos “recados” para sobrevivir. Estos inicios derivan siempre en un cruce de caminos que sin duda promete una combinación impetuosa y a la vez divertida junto a una violencia desmedida que forma parte del juego. Balabánov elige delicadamente a cada personaje para elaborar a partir de diálogos impensables un dibujo de la situación social desde los estratos más conflictivos, donde trivialmente se puede comentar el afán religioso, la necesidad de escapar del país en busca de un futuro mejor o lo adecuado de comer hamburguesas. Ruleta rusa es una película de personajes desenfocados que disfrutan del libre albedrío que les ha tocado vivir, con un pequeño detalle: todo va a salir mal.
Sergei y Simon son el vivo retrato de dos tipos con muy mala suerte que se topan con otros que lo llevan peor que ellos, y acaban representando la mediocridad de un estado corrupto donde cualquiera puede brillar en una especie de ‹flashforward› que cierra la película y que se ríe de todo el sistema a carcajadas después de haber sido incisivo en su crítica durante todo el film. Ruleta rusa adora el cine camorrero occidental, está llena de chistes malos mientras las balas salen disparadas en todas direcciones sin aparentes consecuencias, y a través de la mimetización con la imagen que se daba de las mafias noventeras, replica al estilo ruso algunas míticas escenas de otras películas, llegando a elaborar la autocrítica del abuso en el cine de las famosas ruletas rusas. Balabánov se presenta así como un cinéfago con estilo propio, consciente de lo que le rodea y capaz de llevar lo que más le gusta, llamémosle violencia, comedia y Pulp Fiction, a su propia casa.
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