El desafío de Sofía (Lillah Halla)

El otro día leía a alguien reflexionar sobre lo rápido que los conservadores acaban con cualquier mínimo progreso y cuando gobierna un partido progresista lo lento que resulta avanzar en derechos. No importa que esté en el poder el gobierno más progresista de la Historia o uno más centrista pero abierto, sean mayoría absoluta o no, las victorias posteriores a la lucha que requiere obtener algo de progreso se sienten casi siempre mucho más agónicas y largas. En Brasil, donde gobierna Lula da Silva desde 2023, líder de un partido político de ideología progresista, el aborto no es legal, salvo si el embarazo pone en riesgo serio la vida de la mujer o si es resultado de una violación.

Preseleccionada por la Academia Brasileña de Cine para competir por el premio a Mejor Película Internacional en los Oscar, El desafío de Sofía, primer largometraje de la directora Lillah Halla, es una película que, además de abordar el tema del aborto ilegal, los derechos reproductivos y el extremismo religioso, también ofrece al espectador una historia de superación y sororidad que cuenta con algunas gotas ‹queer› que sirven para aderezar con ternura y amor lo que fuera de su entorno es represión y castigo. Una historia inspiradora, y que se siente bastante sincera, sobre la amistad y la necesidad de unión frente a los estrictos valores conservadores de una parte de la sociedad. Y, como buena ópera prima, funciona en gran medida gracias a sus excesos por separado y con algunos momentos visuales de gran impacto. Caótica e incansable, festiva y diversa, la complicidad y el compromiso con el espectador es una de las claves potenciales de su poder fílmico. El mensaje, que queda ya marcado desde los primeros minutos, por no decir desde la sinopsis, tiene muy claro quiénes son los culpables y qué están dispuestos a hacer por conseguir imponer su doctrina (lo cual puede llevar a más de uno a pensar que los caricaturiza, cuando basta con verlos rezando frente a las clínicas de aborto en España o en Ferraz como puros locos).

Los provida, esos beatos, meapilas y metomentodos tan carentes de moral que necesitan la que les da un libro, son en realidad una proyección vacía de significado de su religión, esa que se sustenta en que un padre mandara a morir a su hijo —aborto al estilo neoyorquino, si le preguntan a Adolfo Suárez Illana— por el perdón que él no quiso darles a sus dos creaciones preferidas —porque empezó a ser todo amor ya en la secuela—, que te vende como justo que un señor le pida a otro que sacrifique a su primogénito —porque al final era broma y a cambio le da más descendencia—, o que acaba con la humanidad entera salvo un señor y su familia que se tienen que construir un barco y derivar para volver a empezar todo. Esa gente, ‹lobby› y secta a partes iguales en muchos países del mundo, es el principal objetivo de El desafío de Sofía, aunque los señale casi de soslayo. Es, ante todo, cine fresco, combativo, social e inclusivo, también íntimo, que centra la mayor parte de su mensaje y energía en mostrar lo opuesto a lo que son esos movimientos, que funciona, conmueve y anima por ser una representación casi perfecta de la alegría como herramienta política, que muestra la diversidad visible y normalizada como algo bello (con una química entre el reparto innegable), y que convierte la amistad y la lealtad femeninas, junto con sus ganas de vivir, en algo imprescindible frente a la opresión organizada de esos hij…

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