La leyenda del Escanyapobres (Ibai Abad)

La figura del llamado “Escanyapobres” es una de esas que permanece perenne en el ideario popular de la cultura catalana; procedente de la novela escrita por Narcís Oller a finales del s. XIX, cuya traducción (no literal) significa usurero, Ibai Abad rescata ahora dicho texto para su segundo largometraje, si bien introduciendo algunos cambios estructurales, como el protagonismo de Cileta, hija de un campesino que verá como el Escanyapobres se inmiscuye en su día a día para así poder cobrar una deuda, en lugar del de ese ya conocido personaje, por norma general representado a través de una espigada figura enfundada en negro de arriba a abajo coronada por un elegante sombrero de copa. Abad, en ese aspecto, replica un imaginario más o menos conocido que, lejos de quedarse en la mera reproducción, traslada a los terrenos tanto del western —en este caso quizá más en la recreación de espacios proclives del género y determinados códigos visuales, así como alguna secuencia muy concreta que condensa con acierto su esencia— como de un thriller que deriva de los visos del psicológico a un jugueteo sexual que es introducido con sobriedad y elegancia por su autor, llegando a rememorar desde esas consignas, y a través de una cuidada puesta en escena, esa veta del thriller coreano que hemos podido apreciar en alguna que otra ocasión durante los últimos años.

La leyenda del Escanyapobres es trasladada, de este modo, con tesón al terreno escogido por Abad, logrando que de aquello que podría quedar en un mero retrato de época, emerjan estímulos que si bien no siempre funcionan del modo que se podría esperar, cuanto menos dotan de la configuración adecuada a un relato que a fin de cuentas no desplaza su mirada del original: el retrato social sobre un estrato cuya avaricia ahogaba a las clases más humildes no solo lo sostiene, sino además lo matiza con el protagonismo de ese personaje femenino, estando sus intenciones alejadas de la relación entablada con Oleguer, el llamado “Escanyapobres”, aunque el libreto aporte también en ocasiones una interesante ambigüedad que otorga capas desde las que conferir ciertos incentivos a su vertiente psicológica. Nos encontramos, pues, ante un film que posee impronta propia, y cuyas derivadas respecto a su fuente primigenia no solo no se sienten impostadas, sino que además funcionan, hallando en el rostro de Mireia Vilapuig, actriz más acostumbrada a frecuentar el terreno de las series y cortometrajes, un poderoso aliciente en tanto comprende a la perfección los claroscuros del personaje y sobresale incluso ante un talento más que contrastado como el de Àlex Brendemühl, logrando que Cileta, esa joven arrastrada por las circunstancias, no sea un mero encaje en la obra, y evidenciando también una escritura tenaz, que juega de forma sugestiva con los distintos matices del personaje.

Ibai Abad configura una propuesta que afortunadamente huye del academicismo vacuo e incluso de ese olor a naftalina que transmiten en no pocas ocasiones producciones que se prestan a revivir épocas pretéritas, sabiendo trasladar los códigos de aquellos géneros que maneja sin que se sientan un mero aplique, sino un todo cohesionado que quizá no siempre fluya en la dirección adecuada —en ese sentido, el juego entre Cileta y Oleguer posee momentos que no se sienten tan ajustados a la narración—, aunque tenga muy claros sus designios, que no se ciñen de forma unívoca a reproducir las claves de su original literario y poco más. Cabe destacar, de este modo, que estamos ante una obra con el suficiente carácter y personalidad como para derivar en algo más que una adaptación: el cineasta hace suyo el texto, dispone ideas visuales de lo más sugerentes, realiza mixturas cuya aportación no se antoja exigua, y lo pone a disposición de un notable elenco —apenas alguna pieza desencaja en instantes contados—, haciendo de La leyenda del Escanyapobres una valiosa pieza que quizá no sea de lo más destacado del año, pero a la que bien merece la pena acercarse por el arrojo que muestra ante aquello que bien pudiera parecer una empresa mucho mayor.

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