La alternativa | Domingo negro (John Frankenheimer)

Formado en la dirección televisiva, la carrera como director de John Frankenheimer fue prolífica y variada, pero la faceta más recordada de su filmografía es la que le convirtió en uno de los exponentes principales del thriller político estadounidense moderno, realizando algunas de las obras más recordadas del género en los años 60. Su regreso en 1977 al mismo adapta una novela de Thomas Harris, fuertemente marcada por los atentados en los Juegos Olímpicos de Múnich, que aborda el conflicto palestino-israelí y la injerencia estadounidense desde la perspectiva de la inminencia de un atentado en plena Super Bowl. Los perpetradores son Dahlia, integrante del grupo terrorista Septiembre Negro, y Michael, un veterano y ex-prisionero de guerra estadounidense en Vietnam que solamente quiere morir matando al mayor número de personas posible. En el otro lado, Kabakov, un sanguinario mayor del Mossad, y Sam Corley, agente del FBI, lideran los esfuerzos para tratar de desbaratar el plan.

Uno de los aspectos más interesantes de Domingo negro es su cambio constante de perspectiva entre ambos bandos. Frankenheimer sitúa el contexto de opresión del pueblo palestino como un catalizador y motivador de las acciones de Dahlia, una víctima de las acciones del ejército israelí que le hicieron perder a toda su familia. Del otro lado, Kabakov es un agente frío y siempre eficaz, veterano del Mossad que, tras años de acciones sin demostrar ningún escrúpulo, empieza a albergar remordimientos sobre sus actos, que son disipados inmediatamente con el asesinato de su amigo. Siendo ambos capaces de cometer actos atroces por su pasado y sus fuertes lazos emocionales con el conflicto, la historia de la región se expone a través de ellos elaborando trasfondos respectivos de víctima y victimario.

No menos interesante es, sin embargo, la perspectiva de los personajes estadounidenses, no por sus expresiones emocionales sobre el conflicto sino, precisamente, por la falta de estas y por lo que ello sugiere: Estados Unidos como un participante subsidiario del conflicto, que lo mantiene y apoya de una forma en la que puede lavarse las manos y diluir su responsabilidad, no sentir nada por lo que está pasando allí. Corley es uno más, un personaje escasamente individualizado y un líder de operaciones a quien el trasfondo del conflicto no le dice nada; Michael es un exponente todavía más interesante, un personaje movido por el rencor a las instituciones y a una traición sentimental, un loco peligroso a quien Dahlia quiere aprovechar a pesar de lo voluble de sus motivaciones apolíticas. La película no deja de meter el dedo en la llaga de la actitud de su gobierno en el conflicto, como azuzador y represor que se asegura de no mancharse las manos personalmente, y uno de los momentos más significativos de la misma se da con el manifiesto de Dahlia y la frialdad con la que sus reivindicaciones son recibidas, ya que el sufrimiento que narra solo importa en la medida en la que afecta al terreno estadounidense.

En este sentido, los personajes de Domingo negro son interesantes, pero lo son en una dimensión tal vez más representativa que personal, lo que bien podría considerarse, a la larga, su mayor carencia, ya que esto revela que no son la prioridad real de la historia. Sus perspectivas, sin que la narración llegue a tomar partido de manera explícita, reflejan las dinámicas de conflicto en la región y el papel de los factores involucrados de una manera muy elocuente, aunque uno no termina de individualizar ni, por tanto, empatizar del todo con ninguno de ellos. En parte porque no es el propósito y, en parte también, porque Frankenheimer diluye sus historias personales en favor de ese cuadro más grande, que primero es el trasfondo genérico del conflicto pero que más adelante, se explicita y dirige inequívocamente a la inmediatez del atentado y la carrera contrarreloj por desarticularlo y salvar 80.000 vidas, abandonando ya el enfoque en las motivaciones ulteriores para centrarse por completo en la acción y en lo inmediato.

La estructura de la cinta, que le impide profundizar en sus personajes, es tan limitante como comprensible, ya que su propósito final es, al fin y al cabo, el atentado como eje narrativo. Se puede poner en valor ese intento de denunciar la situación y sus aristas, bastante loable y en algunos puntos, de una audacia como poco sorprendente al señalar y exponer responsabilidades; pero, al fin y al cabo, la película va a lo que va y donde quiere y es realmente eficaz en su gestión de la urgencia, del peligro inmediato y de la acción. Con un ritmo progresivamente más desasosegante conforme se acerca el momento decisivo, Domingo negro comienza como un thriller político y toma de manera consciente la decisión de ser cada vez menos político y cada vez más un puro thriller; un terreno en el que su director se encuentra tal vez más cómodo, que ofrece un entretenimiento impecable pero que compromete esas otras aristas discursivas que le habrían dado una dimensión más memorable.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *