Estaba pensando en iniciar esta crítica hablando del argumento de Here, un hombre bueno, la última película del belga Bas Devos —director y guionista de películas como Violet (2014) y Ghost Tropic (2019)—, cuando he llegado a la conclusión de que, aunque podría resumir el argumento, en esencia no hay uno como tal (ni una narrativa convencional, aunque lo sea). Va sobre un trabajador de la construcción que, antes de irse de vacaciones y mientras recupera la rutina y el sueño, cocina con la idea de dejar la nevera vacía y eso le lleva a compartir sopa con varios de sus amigos. También podría decir que trata sobre los comienzos, o sobre la importancia de caminar… pero tampoco diría que eso sea su argumento. Y posiblemente ahí ha sido cuando se me ha empezado a ir la cabeza, de tanto pensar.
Porque me ha hecho especial gracia que el título en España incluya una apreciación sobre el protagonista que no existe en el título original (Here) y que esta sea que es “un hombre bueno”, pues durante buena parte del metraje no podía dejar de pensar en que Here, un hombre bueno, era como si Georges Perec —y Bernard Queysanne en su traslación cinematográfica— hubiese escrito —y rodado— Un hombre que duerme, pero cambiando la perspectiva de la narración —y la voz en ‹off›— hacia un tipo de aislamiento social o de idea de ocio diferente, no buscado, aunque patente, y que aquí esconde una ternura de la que carece la obra del escritor francés (principalmente porque en Here, un hombre bueno, esta se muestra a través del contacto del protagonista con otras personas, transmitiendo una empatía que da bastante gusto). Es, por eso, una variante más poética, igualmente paciente, pero más agradable, dulce. Deja otro tipo de poso, no escondiendo tampoco en ningún momento el marco en una película que empieza con edificios y construcciones, para luego sumergirse en una atmósfera etérea compuesta por árboles, plantas y musgo.
De hecho, viendo ambas películas, se podría pensar que no existe ni “argumento” ni desarrollo de personajes, y ambas exploran temas como la soledad en la ciudad, el aburrimiento de la vida y la sociedad, la sensación de vacío y la libertad que da la indiferencia. Además, ¿los personajes principales están alienados y experimentan una depresión existencial? En el caso de Stefan, el protagonista de Here, un hombre bueno, no queda del todo claro, pero sus escasos diálogos parecen indicar que algo en su vida no va especialmente bien. Sin embargo, por darle a la película de Bas Devos el lugar que merece y no el de la mera comparación que nace posiblemente de mi mente trastornada, esta no es una historia que nos proyecta dentro del protagonista, tampoco nos hace soportar el gran peso de sus puntos de vista ni experimentamos un nihilismo exacerbado. En realidad, más bien al contrario. Porque donde Perec y la voz en ‹off› de Ludmila Mikael te recordaban que «estás solo, y al estar solo, no has de mirar nunca la hora, no has de contar nunca los minutos […]. Has de olvidarte de esperar, de emprender, de tener éxito, de perseverar. Te dejas llevar», y a la vez te invitaban a «no desear ya nada. Esperar, hasta que ya no haya nada que esperar», Devos y la voz en ‹off› de Liyo Gong te recuerdan que también existen las pequeñas cosas y que, aunque se mantenga el existencialismo y cierto pánico vital, algunas veces depende de la perspectiva que uno toma ya desde bien empezado el día: «me he despertado esta mañana de un sueño profundo e intenso. He abierto los ojos, he mirado alrededor de la habitación y ahí, medio despierta, medio dormida, se ha apoderado de mí una sensación de pánico repentina. No recordaba los nombres de las cosas que tenía alrededor. Vi mi despertador en la mesilla de noche y sabía lo que era, pero no me salían las palabras […]. Sabía lo que era la cortina flotando despacio con la brisa, pero no podía evocar la palabra “cortina” o las palabras “brisa de la mañana”. Me quedé ahí mirando el mundo sin nombre. Parecía que toda la habitación era parte de mí, cortina y despertador, mesilla de noche y brisa de la mañana».
Bas Devos —por lo que veo aquí— entiende la espacialidad como un lugar en donde las personas, o las cosas, están. Los pliegues, las fisuras, los pequeños acomodos en donde el cuerpo se dispone. Espacio que abarca tanto lo vacío —o la falta de— como el hueco, que es una zona en tensión entre dos o más cuerpos. Nosotros, como espectadores, nos entrometemos porque tenemos la necesidad de conocer qué crecerá de las semillas que el director ha plantado. Porque, si un trozo minúsculo de musgo es un bosque en sí mismo, Here, un hombre bueno es una película diminuta, y dependerá de cada espectador —y su lupa— encontrarle mayor profundidad, o menor, dada su calma. En cualquier caso, refleja muchas de nuestras vidas. Aunque los silencios que nosotros vivimos no sean tan hipnóticos y las pasiones personales suenen más triviales, siguen importando las personas con las que la compartimos, ya sean aquellas que siempre hemos conocido o los extraños de encuentros casuales.