Una ballena (Pablo Hernando)

La referencias en Una ballena de Pablo Hernando son bastante claras. Desde un aspecto visual que remite al Glazer de Under the Skin hasta en un tono más propio de un ‹noir› de Melville (con personaje referenciado al respecto) pasando por motivos más o menos evidentes de la ‹sci-fi cyber punk› como por ejemplo la apariencia de replicante de una hierática y magnífica Ingrid García-Jonsson que nos transporta a los mundos de Ridley Scott en Alien o Blade Runner.

Todo sirve de plataforma para crear una atmósfera que enmarca un ‹neo-noir› cuyo principal problema es que quizás juega demasiado a la distopía mediante una cierta abstracción para una trama que, bien analizada, resulta más sencilla que lo realmente expuesto. No obstante, a pesar de su irregularidad, Una ballena sabe conjugar perfectamente sus elementos para crear una cinta misteriosa, con sus enigmas, sus ideas y venidas y esa idea tan potente que despliega en sus personajes al respecto de algo tan importante como la escala de grises.

Efectivamente, no estamos ante una película de absolutos, sino más bien de jugueteo con los códigos morales en cuanto a asuntos de corrupción, vida o muerte. Sin embargo, algo que podría ser un sota, caballo y rey del ‹noir›, acaba por adquirir una dimensión más profunda no solo por la distancia que no juzga a sus personajes sino por el respeto, un aspecto fundamental en todos ellos. A su manera, cada uno de los integrantes de la trama tienen una cosa en común: la ética del trabajo. Efectivamente todos los personajes se construyen no en base a sus motivaciones, que pueden quedar más o menos explicadas, o a sus sentimientos. Sí, estas emociones existen y quedan reflejadas, pero al final los conflictos no tienen tanto que ver con las afinidades como con lo laboral.

Es en este constructo sobre lo que se edifica todo el entramado de relaciones. Quizás, justamente donde aparece el sentimiento, es la subtrama menos conseguida de la película. Aunque también puede ser una manera de reforzar la idea de mundo frío, donde el sentimiento no puede prosperar si no hay un interés detrás. Con esto se dibuja un universo gélido, ausente de verdaderas conexiones. En este sentido, la aparición de un elemento casi de terror cósmico cobra todo el sentido, siendo este perfecta metáfora del desamparo, del páramo que conduce a la tragedia.

La soledad pues convierte los objetivos de los personajes en casi mini ‹macguffin› interno. No importa tanto lo que persiguen o lo que quieren aunque sea a través de lo implacable y riguroso. Todo es una huida hacia adelante, sin más sentido que recuperar cosas perdidas como el amor, la juventud o el control de algo que se siente como robado. Objetivos que podrían ser de una humanidad incontestable y aquí se sienten casi como pequeñas mezquindades.

Una ballena pues resulta un ejercicio arriesgado, desconcertante e irregular por momentos, que se siente algo falto de concisión, pero que consigue despertar la curiosidad y el interés en todo momento. Un film que fácilmente podría considerarse una ‹rara avis› dentro del cine de género patrio y justamente por eso merece la pena darle una oportunidad y dejarse llevar por su hipnótico despliegue.

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