En una reflexión a vuela pluma puede que Oddity resulte más absurda que otra cosa. No por lo ambilado de su argumento o por su capacidad de obligar a continuos saltos de fe en su guión. No, más se trata de que, a pesar de su estética de aire clásico —por así decirlo— tiene demasiados elementos, personajes incluidos, que rozan por momentos la sensación de parodia. Son tantas las ganas de epatar a través de lo extremo y lo inverosímil que es inevitable, en más de una ocasión, arquear una ceja y esbozar, ni que sea, un leve sonrisa ante lo contemplado.
Pero curiosamente, aquí está la clave de todo. Que la sonrisa nunca acaba por convertirse en carcajada. Es más, quizás este sea un caso donde el miedo, el auténtico pavor, aparece al cabo del tiempo. De alguna manera, y ese es un gran mérito, Oddity consigue que su atmósfera turbia y enrarecida cale y crezca.
Esta podría pasar por otra historia más de venganza pasada por el filtro de lo sobrenatural. Un cuento que bordea lo gótico y entronca con un espíritu cercano al de la Hammer o quizás más incluso al de la Amicus. Una historia repleta de cosas terribles, de pesimismo en el ser humano reflejado en unos personajes antipáticos, detestables. Lo justo, sin embargo, para que la retribución sea esperada y deseada pero de alguna manera nunca celebrada. En el fondo el film de Damian McCarthy puede que sea un divertimento de la liga de la serie B. Pero ello no es impedimento para desplegar una dosis de mala leche hipertrofiada y considerable.
En su debe está que, a pesar de ajustado metraje se siente a momentos reiterativa e innecesariamente rebuscada en su narrativa. Sí, una trama en el fondo sencilla no necesita de tantos requiebros y presuntos giros de guión ya que, por un lado demora y ralentiza en exceso su desarrollo y, por otro, tampoco nada es tan sorprendente. Es decir, que lo “sorpresivo” acaba teniendo un efecto boomerang a nivel de impacto. Da la sensación, por decirlo de alguna manera, de hallarnos ante una buena idea cuya plasmación ideal sería más propia de un corto que del formato ofrecido.
Es por ello que Oddity puede resultar desconcertante a muchos niveles. Como si lo obvio de la temática chocara constantemente con la manera en que se presenta visualmente. Podríamos hablar pues de un film contradictorio, capaz de interesar y al mismo tiempo expulsar cualquier atisbo de interés hacia ella. Esto, a pesar de todo, no es en absoluto negativo, de hecho su resultado final acaba por ser encantador. No solo por lo comentado al principio, su capacidad de lectura y sensaciones a posteriori, sino porque es de agradecer, visto lo visto, que surjan cintas como esta: Imperfecta, fallida y a ratos bordeando la vergüenza ajena pero que huye de lo formulaico en busca de una voz propia, de una manera de narrar que la eleve como un objeto fílmico no identificable. Una rareza a la que vale la pena acercarse.