Birthday Girl (Michael Noer)

Sobre la agresión sexual por el thriller

En el mismo año que ha visto eclosionar en las salas de cine de nuestro país How to Have Sex (2023), un film relevante en torno a la complejidad inherente a la experiencia de una violación, que también nos ha permitido redescubrir un ejercicio de reconstrucción cinematográfica imprescindible sobre esta candente problemática socio-cultural, Not a Pretty Picture (1976), llega el próximo 30 de julio a la sección oficial internacional del Atlántida Film Festival de Filmin una película que enriquece el ámbito de reflexión.

Michael Noer, el director danés al que recordamos por el drama carcelario R (2010), muy en la línea del magnífico film de Jacques Audiard Un profeta (2009), sitúa en esta ocasión la acción en un viaje familiar en crucero por el Caribe. Nanna (Trine Dyrholm, que entrega una interpretación poderosa) es una mujer de cuarenta y tantos divorciada que se ha propuesto agasajar a su hija adolescente Cille (Flora Ofelia Hofmann Lindahl) y a su mejor amiga con tamaño regalo por sus dieciocho años. Y es que, ya desde los primeros compases, se percibe el distanciamiento entre ambas, los reproches, el rechazo más o menos soterrado de la chiquilla respecto a su madre —en un determinado momento de desinhibición con un hombre recién conocido, Nanna atribuirá el enfado de Cille a su decisión de separarse de su padre, al tiempo que nos irá desvelando sobre sus propias inquietudes—. Resultará especialmente significativo el recibimiento rayano en el desprecio del segundo regalo que Nanna tenía preparado para su hija, “nuestro libro”, el típico álbum de fotografías de los años precedentes compartidos, que la chica ningunea.

Con estas premisas de presentación, podríamos intuir que nos encontramos ante un psicodrama en torno a la conflictividad afectiva de los lazos consanguíneos en estos tiempos convulsos, pero muy pronto el cineasta danés va a introducir elementos adicionales, que se revelarán como la esencia narrativa del relato. En primer lugar, porque el ritual festivo y alcohólico —evidentemente protagonista en este tipo de opciones vacacionales, y que emparenta esta propuesta otra vez con la película de Molly Manning Walker— es un objetivo planificado y jaleado por la mujer adulta, que parece no disponer de más estrategias para conectar con su hija, hasta el punto de intercambiar fraudulentamente su pulsera para burlar la prohibición de la venta de bebidas alcohólicas a menores de veintiún años. Pero es que además, el divertimento más o menos alocado también parece ser un fin perseguido individualmente por Nana, que adiciona una percepción disruptiva respecto a toda la situación. Porque estas tres mujeres de generaciones tan distanciadas, comenzarán disfrutando del baile, de las risas y de los flirteos con el regocijo consustancial al contexto, que el dinamismo de cámara de Noer captura en la voluptuosidad fluorescente de los espacios de recreo del barco. Pero con el transcurso de las horas y los efluvios etílicos, Nanna se separará de las chicas en pos de un plausible encuentro sexual, porro de marihuana mediante.

Y cuando tiempo después se reencuentren, un drama conocido modificará el estado de las cosas de forma inexorable. Cille ha sufrido una agresión sexual, estando sola y borracha. Todo apunta especialmente hacia un chico noruego en viaje de despedida de soltero al que había besado en un determinado momento de la noche. Pero ella se niega a hacerse el test médico de violación, confronta la determinación de su madre para que denuncie los hechos, para que no se calle —como hizo ella una vez—, en un ‹tour de force› emocional y psico-social que pone en juego la complejidad intrínseca a esta experiencia, las múltiples aristas que erosionan el relato interior y exterior de cualquier quebrantamiento de la libertad sexual de las mujeres. En una atmósfera de progresiva confusión intimidante, siempre a la contra de la madre que busca justicia y reparación, contemplaremos el férreo control de las autoridades del barco, muy preocupadas por la tormenta tropical que se avecina y por ocultar el escándalo, la presión social desde diferentes flancos, la confusión que gobierna el deseo, especialmente en edades tan tempranas, o la toxicidad del novio de Cille en la distancia. Compone así Noer un fresco vívido y oclusivo de reflexiva clarividencia, sustentado con eficacia en la filmación de los espacios cerrados y semiiluminados del barco, que emparentándose con cierta tendencia en el cine y la literatura nórdica, se enturbia en un amplia gama de grises y explota mediante los giros argumentales propios del thriller hasta culminar en una resolución inesperada y atroz. Casi un ‹rape & revenge›, impotente ante la complicidad culpable del sistema, pero en pleno siglo XXI.

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