Sigo con la duda, totalmente personal, de si debo pensar en De naturaleza violenta como una obra seria que intenta revolver los paradigmas del nuevo cine de terror o si, por el contrario, es otro divertimento de un realizador joven que se decide por rememorar viejas glorias del género para dar forma a la suya propia, sin perder la oportunidad de dar que hablar. Solidez o soplar la flauta. Como no consigo dilucidar el camino, diré que ruido sí consigue hacer.
Todo el mundo habla del punto de vista del ‹psycho-killer› que en apariencia conforma la película. Aunque sea un concepto algo pillado por los pelos, continuar el camino tras las espaldas de una gran mole que avanza sin descanso hacia un objetivo por momentos desconocido tiene un punto donde el morbo toma partido. ¿Qué va a hacer esa mano de tamaño desproporcionado y embadurnada de sangre? Chris Nash se aferra a todo aquello que ha considerado “molón” de las películas de campamentos, bosques, ‹slashers› y ‹gore› y lo ha unificado para realizar un meritorio batiburrillo visual que busca la equidistancia entre el humor y la depravación absoluta. Estamos en un momento en que ya no hay capacidad de sorpresa en el terror, por lo que exceder ciertos límites, antes reservados para las series Z y ‹exploits› varios, ofrece suficiente gasolina para hacer arder el corazón de los más fervientes amantes. Esto repercute en que a veces, gente que ya tiene un bagaje más profundo que los nuevos nombres del terror (casi todos tildados de “elevados”), pueda pensar que Nash no ha dado el golpe definitivo en la mesa, ni mucho menos. Como poco, nos encontramos con una de esas escasas sorpresas que surgen dentro del mundo Shudder, lo cual, como mínimo, está bien.
Esa espalda del asesino que persigue la cámara con avidez da para pensar en el tratamiento de la violencia que acusó Alan Clarke en su mediometraje Elephant, por esa continuidad en la que observar el camino de una persona decidida a cometer un acto monstruoso sin mediar palabra, y las implicaciones significativas del mismo. De naturaleza violenta se mantiene dentro de ese juego, la brutalidad dentro de un objetivo por parte del asesino, sin darle forma a las motivaciones ni a los resultados de su cumplimiento. A esta parte cruda, acompañan ciertos destellos de humor que descolocan la violencia y la naturaleza de la misma, donde es válido tanto un ‹flashback› —a lo «espejito mágico, quién es la más bella del reino»— que certifique el amor propio del monstruo, como un chiste macabro sobre los yoguis y sus posturas imposibles frente al sol —que ofrece una de las muertes más complicadas de la película—. Si le diésemos la vuelta a It Follows y nos centrásemos en aquello que perseguía a los humanos y no al contrario, el universo nos devolvería una especie de película cruda y sin pretensiones argumentales más allá de las muertes de aquellos que se han ganado la ira del asesino, humano o no. De naturaleza violenta podría pasar este filtro si no fuese porque se salta, a conveniencia, esa forma de centrarse en el tipo peligroso, no siendo cierto del todo aquello de perseguir al asesino. El interés se basa en centrar la cámara en puntos estratégicos para no olvidar su presencia silenciosa. Quizá debería definir si intenta ser una broma macabra o un drama despiadado, porque hasta las extrañas y olvidables líneas de guion son capaces de hacerte dudar si son relleno o una rebuscada forma de generar comedia, del tipo: “a quién le importan las minoritarias historias personales de las víctimas si puede haber sangre y dolor”, “qué más da si un poli la lía si siempre ocurre en estas películas” o “¿una leyenda urbana al calor de una fogata? Cuéntame más”.
Es cierto que no ha cambiado el paradigma del terror, pero es tolerable que la gente se haya venido tan arriba al verla, porque el cine se está volviendo en un blanco y negro sin posibilidad de matices a la hora de valorar la calidad de todo aquello que aparece de la nada. Estamos caninos de obras maestras instantáneas y cualquier película que vaya de atrevida se puede encontrar, sin siquiera intentarlo, en el ‹top ten› del mes vía redes sociales. No es la locura desatada que promueven las malas lenguas, pero sí es válida para el entretenimiento, para horrorizar a los de estómagos delicados y para hacer buscar referencias a los más escépticos. Cine para todos, con un final dispuesto a dislocar la contundencia de las ‹final girls› con una elaborada escena dialéctica que rompe con todo lo anteriormente visto, protagonizada por una de las actrices de Viernes 13. 2ª Parte, y que cumple las expectativas definitivas de aceptar que todo el mundo muera, por zoquetes. ¿No nació el verano única y exclusivamente para disfrutar de estas películas? No todo va a ser calor.