El ‹J-horror› regresa a nuestra sesión doble con dos títulos más atípicos y extraños de lo habitual: por un lado el dirigido por Noroi Tsuruta en 2004 con su Premonition, un film que se alejaba de algunos de los preceptos del género, y por el otro el realizado por Sion Sono, todo un ‹enfant terrible› del cine nipón que aportaba su granito de arena un año después con Strange Circus.
Premonition (Norio Tsuruta)
La eclosión que tuvo un género como el ‹J-horror› a finales del s. XX e inicios del s. XXI con títulos tales como La maldición (Ju-on, Takashi Shimizu, 2002), Audition (Ōdishon, Takashi Miike, 1998), The Ring (Ringu, Hideo Nakata, 1998) o Kairo (Kiyoshi Kurosawa, 2001), por citar algunos de sus ejemplos más representativos, dotó de una serie de tropos muy significativos a una ola que rápidamente extendió dichas constantes a otras cinematografías y no sólo en forma de ‹remake›, sino encontrando en otros países cintas originales como The Eye de los hermanos Pang, Dos hermanas de Kim Jee-woon o la tailandesa Shutter, de Banjong Pisanthanakun y Parkpoom Wongpoom. No obstante, no todo quedaba sujeto a algunas de las propiedades más destacables del género, encontrando respuestas distintas en títulos que, lejos de construirse sobre imágenes recurrentes, priorizaban la construcción de un universo desde el que impeler la forma de un horror pesadillesco muy característico.
Entre ellos, cabe destacar un título como Premonition (Yogen, 2004), que se adhiere sin embargo a un terreno mucho más dramático de lo habitual que tendrá su germen en la trágica pérdida de un padre cuando vea a su hija pequeña morir ante sí después de una advertencia de lo más insólita: la hoja de un periódico en una cabina telefónica le prevendrá de lo que va a suceder justo a continuación. Con dicha premisa, que bien pudiera recordar —en especial, a medida que se desarrolla el metraje— a la saga Destino final, iniciada por James Wong sólo cuatro años antes, Norio Tsuruta enarbola un ejercicio que, si bien también recoge —sobre todo, en alguna escena aislada— el testimonio de la célebre saga norteamericana, toma otros derroteros donde la creación de atmósferas muy puntuales y la concepción de un universo particular —que irá descubriendo sus angulaciones a medida que el protagonista y su ex-mujer avancen en una de esas investigaciones tan propias del género— se erguirán como una de sus cualidades primordiales.
Destaca, en este sentido, la capacidad de Tsuruta por recrear determinadas ideas en estampas que, en algún caso, llegan a ser escalofriantes —como la aparición de esa pequeña a las puertas de la casa del protagonista—, y aunque en otros se aferran a imaginarios ajenos como el de Junji Itō —sin conseguir, dicho sea de paso, el mismo efecto, quizá en parte debido a la presencia de unos efectos especiales hijos de su época y ya un tanto desfasados—, otorgan una dimensionalidad distinta al conjunto, en especial recreando ese microcosmos que encontrará su cima en un alucinado tercer acto. Premonition culminará con él una conclusión que quizá se pueda estimar lo más endeble de la propuesta, pero que sin embargo resulta consecuente con lo desarrollado, haciendo que si bien ese halo dramático no posea la fuerza que se pudiera desear, cuanto menos dote de cierta coherencia ya no argumental, sino también tonal, pues Tsuruta establece a través de esa pérdida un trauma reflejado en algunas secuencias significativas que no dejan de hurgar en el horror propuesto. Con ello, nos encontramos ante una ‹rara avis› dentro del ‹J-horror›, que huyendo de ingredientes casi totémicos —aunque no ineludibles—, conforma una pieza estimable y por encima de la media que cabe destacar en su justa medida, en especial por el hacer de un cineasta que demuestra tener en todo momento muy claro un ideario que traslada con una eficiencia fuera de toda duda.
Escrito por Rubén Collazos
Strange Circus (Sion Sono)
Acostumbrados a un ‹J-horror› de muertos que se aparecen para vengarse o atormentar a sus víctimas o donde los avances en la tecnología dan pie a plantear nuevos miedos, Strange Circus es toda una rareza, como suele pasar con cualquier obra de Sion Sono, que dirige un drama confuso a conciencia, perverso y, lo más importante, aterrador sobre la pedofilia y el abuso sexual en la familia. Un tema aterrador y terrible que no te lleva a saltar en el asiento, pero que aprovecha aquí su director para atravesarte de locura e inquietantes elementos varios de perversidad (a diferentes niveles, cada uno con su dimensión y representando diversas pesadillas).
No cabe duda, a poco que conozcas algo a Sion Sono, que este se propuso la tarea de sorprender al espectador, mostrando todo lo que sucede en pantalla a través de los ojos de una hija y una madre víctimas de un violador y depredador sexual (el padre y marido de las víctimas). A través de su experiencia, nos adentraremos en un mundo de pesadilla y desesperación en el que el padre de familia es un ser perverso y pervertido sin mucho más protagonismo que el de hacer de ambas dos objetos del deseo que manipular y convertir en una sola, dando pie a una narración que unifica la experiencia de la niña y de la madre en una misma y que explota la ambigüedad que ofrece la figura de una narradora no fiable.
Por eso el título cuadra tan bien. La atmósfera del circo, un lugar extraño y místico, es atractiva y fascinante, al tiempo que toda la obra resulta irreal, depravada y por momentos también ridícula; una trama con un sutil carácter incompleto que da pie al espectador para que sea él quien adivine qué parte del todo es real y cuál ficticia a partir de las propuestas de los propios personajes. En cualquiera de los casos, la pesadilla es auténtica, dejando algunas imágenes perturbadoras que te impedirán volver a ver a una persona con un estuche de violonchelo con los mismos ojos impasibles.
Dado el nivel al que nos tiene acostumbrados Sion Sono, el giro hacia la locura y el ritmo no sorprenden demasiado, salvo que no lo conozcas, porque entonces sí que te sorprende. Le conozcas o no, te resultará desagradable a un nivel similar, por todo el trauma que es capaz de “aprovechar” en menos de dos horas. Estéticamente, sobre todo cuando pretende entrar más en el mundo onírico, es donde quizá se pierde un poco del valor más terrorífico de la obra, sobre todo teniendo en cuenta el nivel de profundidad de las perversiones y anormalidades que sufren esa madre y esa hija tan difuminadas en múltiples realidades. Por eso, Strange Circus quizá solo sea recomendable para espectadores que ya cuenten con una cierta “experiencia” en cuanto a visionado de películas con argumentos chungos que no se cortan ni un pelo a la hora de mostrar el horror, si bien en este caso intenta al menos que parezca o bien teatral y exagerado o bien onírico y surrealista para dar con la belleza en lo que es sobre todo traumático.
Escrito por Alberto Mulas