El tono en el que una reafirma sus creencias, libertades y opiniones no necesariamente lo invalida, y es algo que al parecer D. Smith, directora del documental Kokomo City tenía claro antes de comenzar un proyecto tan singular como este. Esta ciudad de pecado y reivindicaciones está pavimentada con los recuerdos de cuatro mujeres trans negras dedicadas al sexo a cambio de dinero, cuatro mujeres con nombre propio y sin miedo a coquetear con la cámara para reafirmar quiénes son y cómo han llegado hasta ese lugar.
El blanco y negro de la luminosa fotografía seleccionada, junto a una constante remarcación musical forman parte de un documental tratado como un videoclip lleno de divas y gente “guay”, que a simple vista puede inspirar el terror de tratar los temas en los que se basa de una forma banal o pueril, pero que sabe encajar los golpes poco a poco hasta amoldarse a una realidad combativa llena de supervivientes. Kokomo City está llena de ‹glitter› y sensualidad, donde Dominique, Liyah, Daniella y Koko Da Doll se atreven con los desnudos íntegros (no necesariamente físicos) para dar voz a sus historias personales como escorts, un trabajo conscientemente ilegal al que se han visto abocadas en su condición de transexuales y afroamericanas, solo para poder dar forma a su transición y sobrevivir en el intento.
El documental comienza con un tono divertido, caricaturesco y glamuroso a partes iguales, donde se van confrontando anécdotas de sus cuatro protagonistas con reinterpretaciones visuales de las mismas, y quizá con esa efusividad tan visual es capaz de arrinconar en un sentido más noble el mensaje que quiere transmitir. Ya no se trata simplemente de dolorosos procesos de hormonación, de fracasos familiares, depresiones o ese sinfín de dificultades que conlleva hablar de su realidad. Va más allá al acercarse a mujeres que, a través de su cuerpo, reafirman su propia identidad tras haber pasado por todos esos procesos, normalizando su propio estilo de vida imperfecto, sin buscar una propaganda de la prostitución, ni siquiera una justificación, simplemente permitiendo dar voz a uno de tantos microcolectivos ahogados por la indiferencia social, como el que representan ellas, dispuesto a gritar lo suyo.
Recargado y obsesivo, Kokomo City tiene un recorrido multidireccional al tratar el trabajo sexual más aferrado al tabú, comparando el mismo con el silencio pesaroso que la propia comunidad afroamericana vive desde dentro, al obviar en cierto modo la homosexualidad y la transexualidad que llevan al abuso y la negación del uso de la prostitución. Hay una escena en la que Daniella Carter, dentro de una bañera, se marca un potente discurso sobre los negros frente a los blancos y la propia intolerancia dentro de su comunidad, que termina con un contundente «kiss my ass», marcando un antes y un después en todo aquello pronunciado en el documental, al afrontar la realidad de estar presenciando el activismo de unas mujeres dispuestas a dilapidar con sus palabras, acercándonos a terrenos infranqueables para muchos de los que se aproximen al documental solo por su estética, una forma de permitir que el mensaje llegue un poco más allá de lo esperado.
Es esa naturalidad impostada —a base de maquillaje, pestañas de quita y pon, ropa ceñida, zapatos imposibles y posturas cargantes— la que es capaz de trasladarte a esos bebés que han roto los lazos con sus madres al afirmar ser mujeres, esas mujeres ya adultas que todavía no han decidido transicionar completamente, que conocen perfectamente la imagen que ofrecen y que permiten a D. Smith radiografiar unas joyas improbables que aderezan un ideario sobre racismo, colectivismo, sororidad y peligro a un ritmo vertiginoso y elitista, muy ‹popstar› y muy ‹gangsta›, muy Beyoncé en una sesión de fotos para Vogue, muy divino y, sin esperarlo, elocuente y consecuente con lo que quiere expresar.
Podéis ver Kokomo City en Filmin:
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