Las mentiras arriesgadas de Richard Linklater
En 1994, el gran James Cameron estrenaba Mentiras arriesgadas, su particular James Bond hipertrofiado, que se movía magistralmente en un mar de excesos donde la deslumbrante pirotecnia dejaba espacio a la comedia y a lo excitantemente romántico. Unas formas “bondianas” atravesadas por un juego de espejos, en el que nadie era quien decía ser, provocando así la pulsión dramática de lo desconocido y la comedia de enredo. Un coctel, no lo suficientemente reconocido, que Richard Linklater, con menos alardes técnicos y más ojo en el guion, recupera en Hit Man. Asesino por casualidad.
Estrenada y aclamada en el pasado festival de Venecia, Linklater demostró una vez más su capacidad de cambiar de género y de registro sin perder un ápice de brillantez en el guion. Hit Man no deja de ser una comedia romántica con tintes de acción —género de corte comercial donde los haya— sin embargo, es la afilada escritura del cineasta y la ambigüedad moral del relato la que la lleva a un terreno más elevado que el resto.
Al igual que Arnold Schwarzenegger jugaba el doble papel de marido aburrido y agente especial en la mencionada película de Cameron, aquí Glen Powell toma el relevo interpretando a Gary Johnson, un profesor de literatura que, en sus tiempos libres, colabora con la policía haciéndose pasar por un sicario para conseguir las confesiones de aquellos que pretenden matar a alguien. En este juego de máscaras, Linklater apuesta por un humor cercano a la ‹screwball›, llevando al personaje de Powell a numerosas transformaciones físicas para adecuarse a las personalidades de los que requieren sus servicios. Este aspecto caricaturesco e irreverente del filme, que funciona bien en su primera mitad, va diluyéndose en favor de una comedia más cerebral, que se mueve en un terreno próximo al de Billy Wilder o Ernst Lubitsch, en el que hay una escalada progresiva del conflicto y la comedia se vehicula en elaboradas y largas secuencias. Aunque estas comparaciones le queden grandes a este Hit Man, Linklater no se conforma con la risa fácil, componiendo complejas ‹set pieces› caracterizadas por un notable trabajo de cámara y afilados diálogos. Además, adhiere una serie de connotaciones peyorativas a sus protagonistas, proponiendo un interesante dilema moral al espectador. Este surge con la aparición del personaje interpretado por Adria Arjona, una seductora joven que quiere contratar los servicios del falso sicario para acabar con la vida de su maltratador marido. Gary, el honesto profesor y agente encubierto, enamorado de ella, se salta entonces todos los protocolos y principios éticos, comenzando una doble vida dominada por la mentira, que da pie a una serie de desencuentros y situaciones imposibles, brillantemente planteadas.
Aunque un tanto lejos de sus mejores trabajos —Boyhood o la trilogía Antes del— Linklater confiere un sofisticado hibrido entre comedia romántica y thriller de acción, que, apoyado en dos actores en estado de gracia, funciona satisfactoriamente. Ojalá todas las comedias con grandes nombres en sus repartos fueran la mitad de sugestivas que este Hit Man. Asesino por casualidad. Un Linklater menor sigue siendo sinónimo de buen cine, mírese si no la reciente La última bandera, una gran película que, a pesar de su pobre recepción en taquilla y sus malas críticas, perdura en la memoria mucho tiempo después de abandonar la sala.
Escrito por Pablo Ruzafa