Cléo, una niña de seis años, ama a su niñera Gloria hasta el último trazo de su nombre. En Ama Gloria de Marie Amachoukeli-Barsacq, presentada en el Festival de Gijón en la sección Retueyos, se nos presenta una película inteligente, delicada y conmovedora que profundiza en la relación única entre Cléo y Gloria.
Gloria, enfrentándose a la necesidad de regresar a Cabo Verde para cuidar de sus propios hijos y Cléo, con el corazón enternecido por el lazo especial que comparte con su niñera, deciden pasar juntas el último verano. Es un periodo de complicidad y afecto compartido, donde cada momento se aprovecha al máximo, mostrando las maravillas de la conexión humana que trasciende las barreras del tiempo y la distancia. En este relato, se exploran las sutilezas del vínculo entre dos personas de diferentes generaciones, revelando la belleza y la fuerza de los lazos que nos unen, más allá de nuestras circunstancias individuales.
La ópera prima de Marie Amachoukeli es una conmovedora historia autobiográfica que rememora el profundo drama de su infancia marcado por la separación de su niñera. Vivenciando en carne propia los sentimientos que florecen en la película, Amachoukeli nos lleva a un viaje emocional donde los recuerdos se entrelazan con la realidad, explorando las complejidades de los lazos afectivos y las repercusiones de la separación en la vida de una niña. Es un relato íntimo y sincero que nos invita a reflexionar sobre el poder del amor y la pérdida en nuestra propia experiencia humana.
La película, aunque pueda parecer sencilla a simple vista, se sumerge en sentimientos muy profundos y complejos, explorados a través de los ojos de la protagonista infantil. Este enfoque nos brinda un precioso cofre de experiencias sobre la niñez, donde cada escena está impregnada de la inocencia, la curiosidad y la vulnerabilidad propias de esa etapa de la vida. A través de la mirada de la niña, somos testigos de la complejidad de las emociones humanas, de cómo los lazos afectivos se entrelazan con nuestras experiencias más tempranas y moldean nuestra percepción del mundo que nos rodea. La película nos invita a reflexionar sobre la naturaleza misma de la infancia y la manera en que influye en nuestra forma de ser y de relacionarnos con los demás.
El formato estético de la película es en 4:3, una elección que se cuida y trabaja meticulosamente para transmitir una estética nostálgica. Los colores son cuidadosamente seleccionados y manipulados para evocar una sensación de regreso a la infancia, como si estuviéramos reviviendo esos momentos de manera vívida y emotiva. Cada detalle visual está meticulosamente elaborado para sumergir al espectador en un mundo de recuerdos y emociones, donde la paleta de colores y la composición de las escenas juegan un papel crucial en la narrativa visual de la película. Este enfoque estilístico nos transporta a un universo emocionalmente resonante, donde la estética se convierte en una herramienta poderosa para explorar los temas de la nostalgia, la memoria y la conexión emocional con nuestro pasado.
La película nos invita a regresar una y otra vez a la infancia, pues como dijo el inmortal poeta Rainer Maria Rilke: «No hay más patria que la de la infancia, y es a ella a la que siempre debemos volver. Una y otra vez, pues es el único país al que pertenecemos».