Seguramente esa afirmación sobre el interés del público femenino en el ‹true crime› no es más que otra forma de cuantificar datos que desean explicar una afición por el morbo que no conoce de sexos o condiciones sociales. Las etiquetas son fruto de esa necesidad de caracterizar los comportamientos humanos, de cuantificar sentimientos y especificar la realidad para comprendernos mejor, algo que se me antoja imposible, y que parece que a Kitty Green también se le escapa. Abrazada en ocasiones al género documental o ese peligroso y siempre anecdótico “basado en hechos reales”, la directora australiana ha culminado su último trabajo afrontando desde una mirada femenina el inmovilismo masculino más tosco y metódico. Pero Hotel Royal no es más que una consecuencia ficticia de sus apropiaciones de la realidad. Es cierto que hasta el momento el género documental es el que ha formado parte de su cine y se nota, pero es algo que, viendo la cinta que hoy nos interesa, Casting JonBenet, dispone que la realidad tiene muchos puntos de vista con los que ser tratados.
Existe la verdad empírica (las mujeres consumen mucho ‹true crime›) y la verdad meta ficticia (las mujeres comentan con asiduidad el ‹true crime›, igual que comentan el partido de fútbol que emitieron ayer en ‹prime time›, salvo que el segundo tiene un elevado número de comentarios masculinos que ignoran la equidad). Es decir, tonterías y comentarios baldíos.
Precisamente eso es lo que alimenta el documental Casting JonBenet, tratar un tema serio y a la vez plagado de interés en el universo del cotilleo desde la opinión personal y no desde lo puramente estadístico. La directora muestra una pericia inusual para abordar el caso de una muerte mediática de una menor de edad ignorando todas y cada una de las fuentes oficiales que abordaron ese caso en concreto. Se podría comparar con un hilo del anteriormente llamado Twitter, en el que habla todo el mundo menos el verdaderamente interesado.
Consigue esto a través de la reinterpretación de los hechos, con el original sentido de entrevistar posibles actores que interpreten los papeles principales de los implicados en la muerte no resuelta de la pequeña JonBenet: padres, hermano, policías, oportunistas e incluso la pequeña reina de la belleza. Para ello compagina dos formatos, un 16:9 para enmarcar una posible ficción, una especie de película que narra los hechos, que combina con un 4:3 en los que entrevista a los actores que aspiran a cada papel. La función de cada formato se va disipando en favor de la opinión, de crear los múltiples escenarios que el público especuló en uno de esos mediáticos casos de asesinato irresoluble norteamericano. Green no ignora ninguna de las teorías que van narrando, en forma de opinión personal, cada uno de los entrevistados para los papeles principales, consiguiendo crear una meta-ficción alimentada por el morbo del recuerdo. Cabe recordar que no está invitada a esta fiesta ninguna de las fuentes reinterpretadas, por lo que abundan posibles padres, madres, agresores infantiles o niños dando una visión particular de un hecho que nadie conoce a ciencia cierta.
Pese a que la especulación se convierte en algún momento en un círculo vicioso que parece deformar el interés de la película, es cierto que Casting JonBenet es una propuesta original, una de esas salidas de tono en el género documental, siempre tan encorsetado, que remarcan que el recuerdo generalizado suele ser más potente que cualquier realidad, que el juicio público siempre genera mayor controversia que el jurídico y que el consumo del terror no tiene tanto que ver con géneros como con la cercanía de los hechos.
Hacia el final es Kitty Green desata su imaginería realizando una reflexión en clave ‹arty›, totalmente ajena al documental puro, donde todas las posibilidades tratadas en este caso concreto confluyen en un mismo espacio, por lo que subraya más si cabe que la interpretación es siempre más poderosa si no hay una realidad empírica que la solucione. El blanco, de oídas, no es necesariamente blanco, depende mucho de quien lo explica y, por tanto, Kitty Green siente la libertad de dudar sobre ese dicho también mitificado de “La realidad siempre supera la ficción”. La realidad no hace más que darle herramientas a la ficción para expandirse, al menos bajo el punto de vista de la directora.