No deja de ser paradójico que un film que sustenta su discurso sobre la identidad de género sufra en sus propias carnes ese mismo debate en cuanto a su identidad de género cinematográfico. Y es que Mel Eslyn nos quiere trasladar en Biosphere una serie de inquietudes, sean personales o referentes a un debate existente en nuestros días, a través de una suerte de parábola ‹sci-fi› minimalista que, visto lo visto, se queda en lo que parece un borrador de ‹brainstorming› escasamente desarrollado.
De la posible inquietud al respecto del film del mundo, pasando por la incógnita de qué sucede en el mundo exterior hasta la claustrofobia de su espacio pasando por un estudio de lo que es la amistad entre hombres en espacio reducido, la directora parece optar por dirigirse hacia, quizás un tema no menos interesante, pero que se siente cogido con pinzas ante tantas otras posibles sendas de exploración.
La exploración sobre lo genérico, incluso la idea de ser una consecuencia natural evolutiva, parece ser una vía de escape a un montón de callejones sin salida que, debido a un guión que se ha quedado en el titular, termina derivando en los demás temas propuestos. Y lo que es peor, si al menos esta centralidad temática se enfocara de una manera profunda aún podría darse por bueno el peaje de pasar por lo demás, pero no. Todo parece, de alguna forma, una suerte de apuestas improvisadas sobre la marcha; la búsqueda de un elemento que permita escapar de esa rueda de hámster temática en que se ha convertido la película. Lo que, en cierto modo, también es paradójico dado el espacio circular en el que se encuentran sus protagonistas.
Todo esto ni tan siquiera es lo más problemático. Lo peor sin duda es la idea de afrontarlo con una indefinición que lejos de ser ambigua resulta especialmente molesta en cuanto a la falta de profundidad. Es, básicamente, lo que diferencia un discurso de un panfleto. No es que estemos ante un film doctrinario, ni mucho menos, pero en su despliegue no da opción a la reflexión, a la posibilidad de lo incierto. Las cosas funcionan de forma determinista amparándose en un cientifismo cuando menos dudoso. Por si fuera poco tampoco se acierta en el tono de presunta comedia, no por el enfoque en sí, sino porque en ningún momento funciona, abandonándose a recursos facilones que pretenden ser subversivos y que no pasan de una discreta vergüenza ajena.
A pesar de todo esto, Biosphere no deja de tener su gracia, ni que sea solo por el cariño que genera tamaño ejemplo de improvisación mal ejecutada. Es hasta cierto punto incluso admirable la capacidad de tirar adelante un proyecto basado solo en el lanzamiento aleatorio de ideas y que encima se trate de hacer pasar por atrevimiento y disrupción del esquema tradicional tanto en la relación humana como en el desarrollo genérico de la película. En definitiva estamos ante un producto que puede generar cierta simpatía si se entra de buen humor en su despropósito. De otra manera bordearía lo insufrible.