Cu Li Never Cries arranca con la cámara desplazándose en un ligero ‹travelling› a través de las sombras nocturnas de una ciudad mientras la voz en ‹off› de la protagonista, la señora Nguyên, transita entre presente y pasado en un viaje de retorno a sus raíces donde reencontrarse con su sobrina, todo a las puertas de la boda de esta.
Así se inicia un recorrido donde el cineasta debutante Phạm Ngọc Lân —hasta ahora autor de cortometrajes como el galardonado The Unseen River, con el que compitió en certámenes como Locarno o Sundance—, acuñando ese diálogo de la mujer consigo misma, explora las vicisitudes de una vuelta a casa impregnada por esos cambios que se presumen tras un largo periplo fuera del propio hogar, de la tierra añorada.
Phạm Ngọc Lân dibuja así un relato que en todo momento tiene claro su objetivo: las problemáticas de aquellos personajes que agitan la llegada de la protagonista, quedan de este modo difuminados en pos de los pasos que dará la señora Nguyên. Ni el inesperado encontronazo de su sobrina con quienes serán sus futuros suegros, que quieren llevársela del pueblo, ni las dudas que afloran en el trayecto del novio, cobran un peso específico en el film, que prefiere emplear esos fragmentos como estímulos de una crónica que va mucho más allá. En definitiva, el vietnamita rehúye el conflicto buscando afrontar un ejercicio más atmosférico, respaldado por la cadencia de su ritmo, por una fotografía que encuentra sentido lejos del poderío de sus estampas en esa melancólica introspección, y por el empleo de un sonido que afianza la creación por momentos de no lugares, de espacios desde los que sacudirse cualquier propensión a construir un relato ahogado por cuestiones baladíes.
Ello no implica que estas no otorguen cierta direccionalidad al film, que al fin y al cabo transita entre esos cambios que va percibiendo su protagonista junto al cu li (nombre que recibe una especie de primate nocturno) que la acompaña; un vocablo, además, significativo, el de ese animal, puesto que en algunos países asiáticos es el que recibe un trabajador indígena no cualificado, algo que dota de una percepción distinta a las aristas de una obra por momentos escurridiza, que se pierde entre sus derivas pero halla el espacio adecuado desde esas construcciones visuales que provee el cineasta.
Cu Li Never Cries se percibe así como una película con las ideas lo suficientemente claras como para no confundir al espectador: puede que sí lo haga en su premeditado vaivén, que no es sino un reflejo de aquello que desea expresar Phạm Ngọc Lân, acompañado las veces por una voz en ‹off› que no otorga calado pero sí matices, complementados asimismo por esa boda que se va fraguando en un segundo plano.
Puede que en su debe esté el hecho de no terminar de conjugar esa exploración acerca del tiempo y los cambios con un viaje que parece sentirse más emocional por momentos, pero termina siendo presa de su propia discursiva, sin dejar que aflore algo mayor, y todo quede enquistado por pasajes que si bien aportan un significado complementario al relato, no dejan fluir Cu Li Never Cries a través de esas imágenes y atmósferas que parecen concebidas en un universo propio que esperemos Phạm Ngọc Lân pueda expandir con mayor trazo en ocasiones venideras.
Larga vida a la nueva carne.