Un coche se adentra en el paisaje forestal del Canadá. La cámara nos regala unos minutos para apreciar la inmensidad de los bosques de la región y deleitarnos con sus tonos verdosos; impregnándonos de la atmosfera misteriosa que emite este entorno lleno y vacío a la vez. En el asiento de atrás del coche vemos una chica, su hermano y un amigo, el padre al volante; los cuatro comparten el deseo de llegar cuanto antes a su destino.
Este largo plano que sirve de introducción solo será el primero de muchos. Lesage narra una historia llena de tensiones entre los personajes, que se consiguen, precisamente, a través de estos planos y que desembocan en discusiones extensas y desenfrenadas. A través de unos encuadres cuidados y simétricos, el director contrapone a los personajes en los distintos escenarios: dos camas separadas en la habitación de los chicos, dos columnas que conforman la mesa alargada.
Philippe Lesage se estrena en la sección Generation después de seis años de su última película, Genesis, que en 2018 se presentó en una setentena de festivales, obteniendo el premio a mejor película en Locarno. Comme le feu comparte sección con películas como Last Swim o Quell’estate con Irène y se trata de una coproducción entre Canadá y Francia.
La historia transcurre alternando escenas cargadas (planos interiores, cerrados y llenos) con otras más ligeras y agradables como un baile o un paseo por el río. Todas ellas comparten su extensa duración, ya que el director opta por no alterar su tiempo real y se permite prolongarlas sin miedo a recrearse o aburrir al espectador.
Comme le feu habla del orgullo y del ego, de las relaciones degradadas y de adolescentes perdidos en sí mismos, dominados por la frustración y la envidia. También habla de la ruptura, del duelo y de la madurez que algunos personajes nunca llegan a alcanzar. No obstante, Lesage no abandona nunca el cinismo, a veces con un fin crítico que pretende incomodar al espectador, otras veces para ridiculizar a los protagonistas o hasta humanizarlos.
En relación con los personajes, se trata de una película coral, cada uno de ellos está desarrollado meticulosamente y es esta complejidad la que nos adentra en sus conflictos internos, sus pensamientos y sentimientos, así como nos permite entender sus acciones e interacciones.
Comme le feu, porque el fuego es un elemento terrenal que simboliza la rabia, la irracionalidad, la energía destructora que todo lo abraza. El fuego lo consume todo y a todos. Además, es el vínculo que nos transporta a la prehistoria, puesto que esta película, aún representando una familia de clase media-alta, narra escenas que nos remontan a nuestros antepasados, como cuando el grupo de hombres se encarga de hacer la caza, y, en cambio, las mujeres permanecen en casa. O cuando la hija observa sin intervenir las eternas discusiones varoniles y nos reflejamos en ella, observando incómodos y avergonzados.
Tanto el título como la estética de la película recuerdan a El cielo rojo (Afire) de Christian Petzold, que se llevó el año pasado el Oso de Plata — Gran Premio del Jurado. Un film que también habla del fuego, ubicado en un paisaje boscoso con una estética similar a Comme le feu.
En definitiva, la sección Generation de este año nos demuestra con esta obra que aún quedan muchos temas en los que profundizar, historias que contar y formas muy interesantes de hacerlo, como bien ha logrado Philippe Lesage con su última película.