À procura da Estrela, presentada en el FICX de Gijón, es la ópera prima de Carlos Martínez-Peñalver, un director vigués que podría ser un firme candidato a continuar con ese legendario ‹Novo cinema galego›, una corriente que hemos seguido con atención desde hace unos años y que nos ha brindado películas memorables como Lo que arde o Costa da Morte, entre otras. A pesar de ser su primera película, À procura da Estrela contiene los elementos clave de la corriente gallega, como es la importancia de la naturaleza como elemento místico, además de compartir notas de realismo mágico, las cuales son narradas con gran madurez y con una poesía que nos recuerda a la de Oliver Laxe.
La historia es sencilla: Xoel, un aventurero experto en sonidos, llega a la majestuosa Serra da Estrela con el propósito de capturar los ecos únicos y casi olvidados de la cumbre más prominente de Portugal. Una enigmática armonía lo llevará a perderse en las profundidades del macizo montañoso. Desde ese momento, la odisea de Xoel se transformará en una delicada parábola que refleja el relato popular que da origen al nombre de la región: La fábula del pastor y la estrella.
À procura da Estrela, al igual que el realismo mágico, fusiona los tiempos y juega con la temporalidad, brindándonos una historia que, en su minimalismo, procura capturar una esencia, un destello o una partícula que trasciende lo cotidiano. Revela una cara mística y mitológica de la realidad, invitándonos a explorar dimensiones donde lo mágico y lo real se entremezclan de manera sutil y profunda.
El tratamiento y las texturas en À procura da Estrela son particularmente cautivadores, ya que la película parece combinar hábilmente diversos formatos narrativos, creando así la impresión de un relato que se desdobla y, simultáneamente, se esfuerza por unificar en una voz única, universal e inmanente. Esta mezcla de estilos y perspectivas no solo enriquece la trama, sino que también refuerza la profundidad emocional y temática de la obra. La habilidad con la que se entrelazan estos elementos distintos es un testimonio de la destreza artística detrás de la película, ofreciendo a la audiencia una experiencia cinematográfica que es tan intrigante como satisfactoria.
Carlos Martínez-Peñalver, pues, a pesar de ser una ópera prima, muestra rasgos de consciencia narrativa o, más bien, lingüística y formal, intrínsecos a la propia naturaleza del cine, propios de un veterano. Su modo de filmar, a medio camino entre el fuera de campo y la presencia, abre un espacio interesante que, como hemos dicho al principio, parece proseguir con la estela de la estrella de Galicia, el ‹Novo cinema galego›.