Tótem es una película que, de primeras y guardando las distancias, me recuerda al ideario de Michel Foucault y su enfoque de excavación, ya que las imágenes en la película también realizan esta labor de exploración. Al igual que Foucault buscaba desentrañar capas de significado en la historia y el conocimiento, la película parece adentrarse en la profundidad de sus imágenes, desenterrando conceptos y emociones que invitan a reflexionar.
La película fue creada por el Colectivo Unidad de Montaje Dialéctico. Este grupo es un colectivo artístico sin rostro. Su negativa a mostrar sus rostros y a utilizar nombres propios surge de una defensa de la clandestinidad y la colectividad como táctica para enfrentarse a la lógica del espectáculo y al complejo industrial-celebridad. El propósito, al igual que el de la película, es recuperar aquello perdido, quizá una forma de dignidad ahora obsoleta.
Tótem se presenta como un relato cinematográfico profundo que explora los múltiples aspectos ligados a la desaparición de una comunidad, siendo esta pérdida resultado de causas políticas, sociales, naturales y culturales. En su esencia, la película se sumerge en una amalgama compleja de conceptos que van desde la preservación de la tradición hasta la influencia de la modernidad y su impacto en la identidad colectiva.
La forma en que se estructura esta obra es puramente ensayística, fusionando diversos formatos, imágenes, líneas temporales y narrativas entrelazadas. Estos elementos no solo cuentan la historia, sino que desmenuzan los conceptos inherentes desde una perspectiva no solo filosófica, sino también con pinceladas cinematográficas que desafían los límites narrativos convencionales.
El punto de partida en la película es nítido: la historia de dos arqueólogos en su infructuosa búsqueda de una antigua cabeza olmeca en un río turbio se presenta de forma recurrente, desafiando el propósito de documentar lo ausente y lo invisible. Esta narrativa, aunque parece servir como excusa inicial, se convierte en la entrada a un torrente de imágenes que poseen un carácter profundamente reflexivo.
A medida que esta historia se entreteje en la trama, se despliega como un hilo conductor que no solo cuestiona la acción de documentar, sino que también desencadena una sucesión de imágenes impactantes. Estas imágenes, impregnadas de un sentido reflexivo, exploran la dualidad entre lo visible y lo oculto, desafiando constantemente al espectador a reflexionar sobre lo que se muestra y lo que se oculta tras el velo de lo aparente.
En términos generales, lo que quizás muestra cierta debilidad en la película es su firme apego a una base lingüística y filosófica, que a veces puede resultar excesivamente densa. Sin embargo, este aspecto contrasta significativamente con la fuerza y la riqueza visual que la película exhibe en diversas ocasiones.
Mientras que la película sostiene con firmeza su base conceptual, la cual puede ser un reto para algunos espectadores debido a su profundidad filosófica y lingüística, sus elementos visuales muestran una faceta opuesta. En estos momentos, la obra despliega una riqueza visual que cautiva, aportando una dimensión emocional y sensorial que se alza por encima de las complejidades intelectuales, logrando así un equilibrio entre ambos aspectos.
No obstante, Tótem debe ser vista por su calidad y valentía: su estilo de presentación y convicción son razones suficientes para ello. Es necesario explorar esta obra si buscamos abrir fronteras en el arte que hasta ahora parecen inamovibles.