El Japón feudal llega a una sesión doble de lo más bizarra con un par de títulos donde los samuráis son grandes protagonistas en una disgresión de los films habituales entorno a esas figuras. Por un lado nos topamos con Zatoichi Meets Yojimbo de Kihachi Okamoto con Shintarô Katsu y Toshiro Mifune, mientras en el otro lado del ring tenemos la Bandits vs. Samurai Squadron de Hideo Gosha con Tatsuya Nakadai. No se lo pierdan, porque no tiene desperdicio alguno.
Zatoichi meets Yojimbo (Kihachi Okamoto)
Tenía dudas sobre que película podría encajar mejor en esta sesión doble dedicada al Japón Feudal para lograr atraer al lector. Mi primer «feeling» me llevó a elegir Humanidad y globos de papel, una joyita de los años treinta que mezclaba el cine de historias cruzadas con el habitual sentido fatalista del universo japonés. Pero reflexionando con más profundidad mi cerebro me alertó que seguramente sería más interesante para el cinéfilo curioso una obra de mayor desenfado y carácter grotesco que ayudara a demostrar la diversidad existente en el cine del país del Sol Naciente. Por ello la obra que finalmente he decidido reseñar es una auténtica frikada del cine japonés, deudora del «spaghetti western» y del cine italiano loco de choques de personajes —véase esos estrafalarios ejemplos titulados El Zorro contra Maciste, Django y Sartana, Ulises contra Hércules o Maciste contra Hércules en el Valle de Woe—.
Zatoichi meets Yojimbo supuso la película número veinte de la saga del cine de samuráis Zatoichi compuesta por veintiséis filmes. Takeshi Kitano reflejó a la perfección en su película homenaje Zatoichi las cualidades de estas cintas, cuyos guiones describen, en tono de comedia burlesca y aventuras samuráis, las andanzas de un masajista ciego,vago, ludópata, adicto al sake y a las mujeres que vaga por los pueblos del Japón Feudal ofreciendo sus servicios como sanador a la vez que defensor de las causas justas gracias a su extraordinario manejo del arte de la espada.
En la aventura que nos ocupa, rodada a todo color en espectaculares escenarios naturales con el inconfundible sello de la Toho, Zatoichi regresa a una pequeña aldea tras dar cuenta de un grupo de malhechores en un campo de bambú. Sin embargo el descanso buscado por el invidente es perturbado por la presencia de una banda de forajidos que ha tomado el pueblo bajo su poder y que se halla enfrentada contra otra banda de malandrines, en pelea encarnizada por hallar el oro del «shogunato» que está escondido en algún lugar el pueblo. Entre los integrantes de uno de los grupos se encuentra Yojimbo, el legendario mercenario de Akira Kurosawa cuya influencia cinematográfica traspasó fronteras engendrando criaturas de la talla de Por un puñado de dólares o El último hombre, un extraordinario espadachín que ejerce labores de guardaespaldas.
Yojimbo, conocedor de la existencia de una recompensa por la cabeza de Zatoichi, se enfrentará con el masajista, pero advirtiendo la extraordinaria habilidad en el arte de la esgrima de Zatoichi decide pactar en secreto con el masajista con el objeto de encontrar el oro. Los dos míticos personajes se verán envueltos en un enredo de luchas y desencuentros en su quimérica odisea de busca tesoros. Para deleite de los amantes del frikismo nipón, indicar que la película finaliza con un magistral duelo bajo la nieve entre estos dos grandes personajes. ¿Quién saldrá victorioso de la afrenta?
Como toda buena película de género, el argumento descrito en los párrafos anteriores es lo menos importante, siendo lo realmente primordial su ritmo frenético, su humor desenfadado, sus espectaculares coreografías de acción filmadas a katana armada y su argumento mezcla de aventuras y «spaghetti western», sospechosamente similar a la trama de El bueno, El feo y el Malo. Igualmente atrayente para el friki de fábrica resulta contemplar a Toshiro Mifune en pleno esplendor interpretativo, haciéndonos disfrutar como nunca de su virtuosismo para el cine de acción. Y finalmente resaltar el magnífico trabajo del actor Shintarô Katsu, el Zatoichi de toda la vida, que dota a su personaje del carácter guasón que adorna la sinopsis de la película, a la vez que demuestra su ejemplar destreza en el manejo de la katana. Tenemos ante nosotros pues una película para disfrutar del magnífico cine de género japonés de gran presupuesto y preciosista que con tan buen pulso y estilo rinde un sentido homenaje al cine de género europeo y al gran cómic japonés. Lo confieso: me lo pasé pipa visionando esta maravilla.
Escrita por Rubén Redondo
Bandits vs. Samurai Squadron (Hideo Gosha)
Un samurái a quien le han arrebatado su honor, Kumokiri Nizaemon (Tatsuya Nakadai), se convierte en jefe de bandidos para llevar a cabo un último trabajo con el cual coronar 10 años de vandalismo: el robo al mayorista más grande de kimonos del distrito. El problema es que están siendo acechados muy de cerca por un escuadrón elite de samuráis con Abe Shikubu (Shogoro Ichikawa) a la cabeza. Ésta es la premisa de Bandits vs Samurai Squadron (1978), una genial, pero innecesariamente larga (casi 3 horas de duración) película del maestro Hideo Gosha, quien ha producido un sin fin de obras de culto del género en los años setenta y ochenta. Siempre oscuras y sangrientas, con complejas puestas en escena y coreografías espectaculares.
¿Por qué extensa? Es muy complicado seguir la trama hasta ya bastante pasada la media hora de película, puesto que a pesar de que ocurren cosas que se deducen importantes no tenemos la suficiente información para procesarlas, recién cuando nos adentramos en los personajes es que empezamos a sentir empatía.
Aquellos que estamos familiarizados con la obra de Gosha sabemos que van a ocurrir dos cosas: la primera es que en una lucha entre bandidos y samuráis, la simpatía del relato siempre estarán del lado de los bandidos, y la segunda es que tendrá un final bastante lúgubre. No estamos ante una historia hollywoodense en que todo se arregla para bien antes del inevitable «The End».
Si, al igual que yo, eres un gran fan de la sangrienta acción que proveen las películas de samuráis entonces es imposible sentirse defraudado, en cuanto a luchas sangrientas con espadas se refiere ésta es sin duda de las mejores. La fascinante secuencia de apertura muestra un brutal enfrentamiento entre forajidos y samuráis para atraer al público. El resto de la cinta se centra en las motivaciones del personaje principal, impulsado por circunstancias ajenas a abandonar su clan y liderar una banda de ladrones, en busca de venganza contra una injusticia.
Peleas sumamente viscerales, incontables daños físicos y al entorno que les rodea, erupciones violentas de sangre carmesí provenientes de los más que desafortunados guerreros. Nakadai está estupendo, siempre un actor que sabe cómo hacer que una pelea se vea interesante. Las mujeres de la historia no cuentan con tanta suerte y están presentes más que nada para mostrar sus atributos físicos.
Lejos de ser una mera película de acción, se trata de un melodrama oscuro y complejo centrado en personajes moralmente ambiguos a mediados del siglo XVIII.
Escrita por Ana Ravera