El cine de Hong Sang-soo siempre mantiene una gran homogeneidad, se plantea como una repetición de ciertas fórmulas para crear una receta a la que ir añadiendo cambios en los ingredientes. Es parecido a preparar una tarta y modificar levemente la receta. Unas veces sale más cremosa, otras más seca, más dulce, y en ocasiones sale mala, aunque son pocas si solo haces pequeños cambios. Por eso a los que nos gusta el cine de Hong Sang-soo nos gustan todas sus propuestas con pocas excepciones; cuando no nos gusta tanto la consideramos una obra menor, como sucedía con Nuestro día. En cambio, en el caso de In Water nos encontramos ante uno de sus mejores films. Esta receta que usa en sus películas le da pie a experimentar con los cambios en los ingredientes, añadiendo algo fantástico (En la playa sola de noche), repitiendo historias (Introduction), diseccionándolas (Grass) o dividiéndolas en dos (Nuestro día). O, como es el caso de In Water, explorando lo visual y jugando con ello como nunca había hecho, a través del desenfoque. Alguien me dijo que era porque empieza a tener inconvenientes con la vista, aunque yo pensé que sería por su problema con el ‹soju› (la bebida nacional coreana, muy presente en su cine). En resumen, de una forma visionaria decide seguir con su manierismo en las composiciones y fotografía, pero ahora posando su mirada sobre el impresionismo, difuminando la pantalla. En los primeros minutos del film realiza un par de enfoques, pero después decide no hacerlo más, por decisión propia y narrativa.
La historia nos presenta a un joven actor que quiere dirigir su primera película con la ayuda de una amiga actriz y un amigo que sabe manejar la cámara. Alquila una caseta en un pueblo cerca de la playa por donde pasean y buscan localizaciones para grabar. Se van conociendo mientras comen y beben en el salón, ya que no tienen dinero para ir un restaurante. A su vez, el director piensa en una idea para su guion. El protagonista no tiene claro su propósito, no tiene guion, ni historia, no la ve y nosotros tampoco. En un momento dice «A ver si se me ocurre algo», y también «Es tan sencillo que no hace falta guion», y esto recuerda a la forma de hacer cine de Hong Sang-soo, quien cada mañana en el rodaje escribe unas páginas de guion, pero sin saber muy bien cómo va a terminar. El desenfoque tal vez exprese eso, estar perdido o no saber que nos depara el futuro. Finalmente, el protagonista encuentra la historia, gracias a sus paseos por la playa y al recuerdo de una canción que le escribió a su ex-pareja. Esta canción aparece en la película pero no se oye bien, como si estuviera grabada a través de la radio de un coche; podríamos decir que también está borrosa. En esta película Hong Sang-soo adopta más que nunca un papel de pintor, jugando con el movimiento, con las manchas y con el ruido que tiene la pantalla. Y una decisión que parece arriesgada y experimental acaba siendo esencial para contar su historia. Hasta el punto de emocionarte por ver cómo va desapareciendo ese pequeño punto en el horizonte.
Yo llevaba tiempo esperando In water, desde que pasó por el festival de cine de Berlín, y ahora llegaba a Gijón, donde tuve la oportunidad de verla. Conocía el uso del desenfoque de la película debido a algunas quejas y elogios en Berlín. Pero había gente en la proyección que no lo sabía, entonces a los 10 minutos de película se escuchó un silbido, pensando que era un error de la proyección, y hubo varias quejas y berridos. Hasta que entró el proyeccionista y aclaró que era un recurso estético del director. Tal vez no sea la mejor película para acercarse a la obra de Hong Sang-soo, en cambio, para esos a quienes les encantan sus tartas, la van a disfrutar y espero que se sientan tan seducidos como yo. Analizando su obra, sus fórmulas y conociendo cómo trabaja, se entiende mucho mejor. Es un ensayo donde decide prescindir del ingrediente de la nitidez, algo que hasta ahora parecía necesario para el cine, a no ser que fueras miope.