Siempre hay un anverso de la realidad espectacular, del mundo del entretenimiento, del ‹glamour›, del deleite, de las sonrisas, y mucho de ello se puede evidenciar en los modelos de trabajo que ofrece la industria turística, más teniendo en cuenta que parte de la gracia del turismo está en el disfrute de ‹performances› y cuerpos extraños. Parte del atractivo de una región con frecuencia son sus habitantes, los cuales, más allá de las risas, en el fondo están trabajando. Por ende la realidad, o por lo menos su cotidianidad, está obligada a depender de un estado de auto-alienación positiva que fuerza sus vidas a una pretensión de derroche o goce perpetuo, aunque en este proceso de autolavado de cerebro sea difícil o imposible dejar de reconocer la evidente precariedad y enajenación en la que se encuentran.
La cinta es a grandes rasgos el retrato del anverso mencionado. El foco, que en la sociedad actual con frecuencia se pone sobre el cliente, ahora se desliza sobre los trabajadores, figuras de entretenimiento del hotel que están allí a falta de una mejor opción, ya que este trabajo soñado, o en apariencia ideal (pues quién no quisiera ganarse la vida estando de fiesta), no amerita buenos pagos y con frecuencia sus tragos amargos deben esconderse tras una sonrisa impostada.
En ese marco, el personaje de ‘La polaca’ irrumpe en la cotidianidad de Kalia, pero no porque su comportamiento o acciones sean radicales o disruptivas, sino porque ella hace que Kalia reflexione sobre lo que ha sido su propia vida hasta el momento, una vida sin escapatoria o alternativas, en la que se encuentra estancada sin apenas poder desarrollarse o generar una estabilidad a largo plazo. El titulo quizás hace referencia al desarrollo psicológico que obliga a una condición material opresiva ineludible que a la vez genera una serie de vínculos o practicas propias de un ambiente salvaje. Son comunes las luchas entre los varones y el acoso sexual hacia las mujeres, practicas normalizadas y naturalizadas a raíz de la vulnerabilidad, y el estado animal termina siendo ese desarrollo personal en el que el sujeto tiene que destruir sus propios valores y tesis dignificantes en pos de hacer tolerable su normalidad tortuosa.
Entre alguna de las escenas más chocantes, se plantea una en la que Kalia se hiere su rodilla durante un baile, pero los demás en lugar de detener es espectáculo para socorrerla la ignoran y continúan; mientras, ella debe arrastrarse sola hacia un espacio seguro. Todo esto ocurre en el mismo lugar donde están los turistas o huéspedes del hotel, para los que la vida de los empleados tiene tanta profundidad como la de los maniquíes de una tienda.
En cuanto al apartado técnico, Animal hace hincapié en escenas largas con planos variados en los que se privilegia el primer plano o el plano medio de los personajes buscando de esta manera acercar al espectador al sentir íntimo de los protagonistas; las tonalidades serán un poco desaturadas con matices pálidos que acentúan el sentido decadente y precario de los personajes.
Quizás lo conflictivo sea que por momentos el cúmulo de situaciones se dilata demasiado y empieza reincidir en lo ya demostrado dando la impresión de que la cinta llegados a un determinado punto ya había expresado lo que tenía por contar, y sus esfuerzos se centran en poder extender su tiempo narrativo; por lo demás, Animal es una obra interesante que retrata la otra cara de una sociedad obsesionada con el consumo de experiencias, que se ha vuelto ciega frente a lo que acarrea para los distintos países el enfoque turístico-económico que, con frecuencia, cierra caminos al desarrollo personal de los sujetos y a la posibilidad de construir relatos colectivos que generen un progreso real donde felicidad no se confunda con mero hedonismo superficial.