La forma y el fondo
Se estrena en cines la película Al otro lado del río y entre los árboles (Across the River and into the Trees) dirigida por la española Paula Ortiz (La novia, 2015) que aquí se pone por primera vez a los mandos de una producción internacional rodada en inglés, que adapta el libro de Ernest Hemingway del mismo título, publicado en 1950.
La película, que se sitúa justo después de la Segunda Guerra Mundial, nos cuenta los últimos días de un coronel del ejército norteamericano que viaja a la ciudad de Venecia. Protagonizada por Liev Schreiber, intérprete sobre el que se sustenta el peso de toda la historia, el film emplea un tono sosegado, literario y crepuscular que se centra en el final de un hombre desesperanzado y su encuentro inesperado con una mujer y con algunos elementos de su pasado.
En esta especie de Muerte en Venecia de Hemingway, la ciudad, sin duda el mejor decorado que hay en el mundo, se alza como un personaje más de la película. Una Venecia que aquí se nos presenta espectral, vacía y algo misteriosa. Sensación esta que se acrecienta por la elección del blanco y negro, como forma de presentar un film que se decanta inequívocamente por un tono clásico. Venecia, tan pulcra y vacía, parece un tanto irreal, como un marco algo estático que asiste a conversaciones (a veces tan literarias que resultan poco verosímiles) y situaciones entre unos protagonistas fríos y algo acartonados sin la fuerza y emoción precisas para apuntalar una historia tan profundamente existencial y trágica como la que aquí se cuenta.
Por otro lado, de lo que no hay duda es de la ambición por realizar un producto bien hecho, con un muy buen acabado, delicado, impecable y con una puesta en escena muy cuidada, donde los pequeños detalles, algunos objetos, la luz, el humo, etc. son elementos que elevan estéticamente las imágenes y acompasan bien con el tempo reposado que se ha decidido dar a la película. La historia de los últimos días de un hombre que ha perdido los motivos para seguir adelante, cuya ausencia de ganas de vivir se plasma en los innumerables primerísimos planos del actor protagonista, solventemente interpretado por Schreiber que, al igual que la película, opta por un tono interpretativo contenido, algo distante, cuando no despreocupado, ante un final inminente que parece conmocionar a todos los que le rodean pero no a él mismo.
Alrededor del protagonista nos encontramos con una serie de secundarios quizás algo desdibujados. La chica, el sargento, el maître, todos ellos personajes potencialmente interesantes pero que aquí aparecen más como elementos instrumentales, cuando no episódicos, para dar la réplica al protagonista en algunos casos, cuando no para simplemente completar el decorado.
Por último también comentar que la historia se centra de manera casi exclusiva en la relación del coronel con la chica, obviando otros temas que aparecen de manera intermitente, tangencial e incluso algo atropellada. Me refiero a la historia del hijo del protagonista o a actos de guerra del pasado que parecen atormentarle y que aquí se incluyen de manera algo forzada en la parte final de la historia. Así como también el inminente enlace de la chica y su situación familiar, muy poco desarrollada. Da la sensación de que se le podría haber dado un mayor peso a estos aspectos de la trama y que la hubieran enriquecido.
En resumen, una película bien hecha, de notable factura técnica con un indudable gusto estético, pero que adolece del alma y fuerza necesarias para que una historia tan poderosa como esta consiga emocionarnos del todo en esta adaptación de una de las últimas obras de Hemingway que entronca, en cierta forma, con la vida del propio autor.