Si el cine vampírico ha sido capaz de arrojar propuestas de lo más divertidas (del genial absurdo de La noche de los vampiros de Polanski al mordaz delirio del Vampires de Vincent Lannoo, pasando por ese gamberro sentido del humor que empuñaba Lost Boys e incluso por el aroma a serie B que desprendía Abierto hasta el amanecer —no, no entraría en las preferencias de un servidor esa cosa hinchada de título Lo que hacemos en las sombras—), con Humanist Vampire Seeking Consenting Suicidal Person no hay que llevarse ni mucho menos a engaño, y es que si bien estamos ante un producto que destila desde un buen principio un humor negro de lo más afilado, nos encontramos ante una propuesta que transita entre una vis cómica que se extingue por momentos —en cuanto se acerca a una faceta más, digamos, cercana y por ende unida a una ternura que su autora se esmera por alcanzar en sus personajes— y una mirada más colindante al drama —si bien nunca lo llega a disponer en su totalidad— que se dirime entre conatos de una sugestiva ‹coming of age› y las particularidades de un vínculo afectivo que no necesita llegar a mayores cotas para entablar un diálogo proclive entre sus personajes centrales.
El debut de Ariane Louis-Seize no engaña a nadie en ese sentido, pues la cineasta canadiense va modulando con acierto el tono de una obra que decide ir más allá de lo puramente cómico, consiguiendo que nos encontremos ante algo más que un simpático producto: y es que Humanist Vampire Seeking Consenting Suicidal Person sabe transmitir a través de sus personajes algo más que ese agradable espacio donde lo fácil sería apelar al espíritu de la ‹feel good movie›, poniendo asimismo sobre el tapete un discurso más urgente que nunca: ¿es posible renunciar a la propia naturaleza escapando así de unas pautas sociales tendientes a normalizar cualquier situación?
Una línea, la de su discursiva, donde el film encuentra su mayor virtud, dibujando de soslayo reflexiones que lo sobrevuelan, que no poseen la necesidad imperiosa de sobreponerse al relato o trazar innecesarios subrayados. Al fin y al cabo, estamos ante dos personajes que rechazan su presunta condición —una vampira que rehúye matar para así poder alimentarse, y un muchacho que lo único que quiere es acabar con su existencia—, haciendo de su día a día un particular ‹via crucis›, no tanto por su forma de afrontarlo, sino por los estímulos que reciben constantemente de su entorno.
Louis-Sieze demuestra, en ese sentido, una facilidad inusual para moverse entre géneros e implementar situaciones atípicas, haciendo converger una estética convencida e incluso sabiendo concretar tenues atmósferas que sirven como incentivo: basta con ver la secuencia donde Sasha (interpretada por una Sara Monpetit cuya variedad de registros en apenas cuatro películas —entre ellas, la estrenada hace apenas semanas Falcon Lake— no deja de sorprender), la protagonista, conoce a Paul, ese chico con tendencias suicidas, en una escena donde la cineasta implementa tropos más propios del cine de terror para derivar finalmente en una solución humorística tan sencilla como efectiva.
Humanist Vampire Seeking Consenting Suicidal Person se asienta así como una ópera prima que podría caer en el error de optar por un cierto conformismo, transitando entre ese humor bien hilvanado y un vínculo, el establecido entre los personajes centrales, que vira en torno a la conexión emocional con el espectador, pero que sin embargo aprovecha las vicisitudes de ese relato para implementar un diálogo mucho más propicio, aquel que, como es habitual, nos acerca al cine de género como espejo de lo que somos, pero no por ello necesita fagocitarlo ni restarle propiedades y determinación. Todo ello bajo el prisma de una cineasta que, ante todo, sabe tratar a sus personajes como algo más que una mera herramienta y suscitar un apego que no pocas veces se echa en falta en un género que, de tan cerebral y autoconsciente pierde esa calidez que Louis-Seize recoge con (en realidad) tan poco.
Larga vida a la nueva carne.
Esta la tengi que ver.No puedo evitar emparejarla a priori con ‘Una chica camina sola por la noche’, que me encanta.