Juan Pablo Félix, director argentino, debuta con Karnawal (2022), su ópera prima, la cual ha destacado tanto en el público como en la crítica, siendo favorecida en certámenes de la categoría del Festival de Málaga o el Iberoamericano, entre otros. Y no es para menos, ya que la película en cuestión se abre desde una narración sofisticada, madura y vibrante, acompañada de una notable puesta en escena diseñada por su director de fotografía, Ramiro Civita.
La película, a medio camino entre la superación individual y el drama familiar, se desarrolla bajo el telón del folclore del territorio, con el Malambo en primera línea, así como en los entresijos de la familia y la violencia, entre otros elementos. El Malambo es un baile patagónico en el que el hombre lo baila dando zapatazos al suelo, imitando la fuerza y la belleza de un caballo salvaje y desbocado. El protagonista, llamado Cabra, personifica al joven en conflicto consigo mismo y su entorno, insatisfecho y reivindicativo, que ansía dominar el Malambo. En su camino, la aparición de su padre, quien antes estaba preso, deshace, recompone, rompe y une la historia como si de una partitura se tratara.
La aparición del padre, interpretado por el maravilloso Alfredo Castro, representa un viaje que va de fuera a dentro y de dentro a fuera en la vida del hijo y la madre protagonista. Sin embargo, aunque el punto de partida nos pueda llevar a pensar en una película con un trasfondo similar, por ejemplo, a Las ocho Montañas (2022) de Felix Van Groeningen, en su esencia, bajo el manto de silencios de sus protagonistas, se asemeja más a un principio similar al de Glauber Rocha. Juan Pablo Félix busca, una y otra vez, al igual que sucede con el cine sudamericano, la reivindicación del folclore, conjugado, superpuesto y entrelazado con las características propias que han surgido décadas atrás en el continente. Es decir, trata temas como el tráfico, la violencia, las drogas y el cuestionamiento moral por parte de los personajes.
La puesta en escena, como mencionamos al principio, está cuidadosamente trabajada tanto por el director como por Ramiro Civita, director de fotografía. Esta se encuentra meticulosamente medida, con los elementos precisos, y destaca especialmente gracias a un auténtico trabajo de interpretación espacial, que se logra mediante el uso magistral del sonido. Esta destreza es especialmente evidente en las secuencias que involucran el Malambo, donde el sonido se convierte en un elemento fundamental para sumergir al espectador en la riqueza y la intensidad de la danza. En resumen, la interpretación espacial a través del sonido, en particular en las secuencias del Malambo, es un aspecto sobresaliente de la puesta en escena que enriquece la apreciación de la película.
Karnawal, en cualquier caso, como dice el cantautor cubano Silvio Rodríguez en una de sus tantas canciones, vendría a ser la maza y la cantera. Aquello por lo que todo puede ser posible, si es que se ahonda lo suficiente.