Existe esa imagen de jóvenes nihilistas que sobreviven a su propio aburrimiento en el extrarradio de las grandes ciudades, y luego están los dos protagonistas de Grand Paris, la comedia con la que Martin Jauvat sabe aunar lo mejor del género ajeno a complejos y dificultades, simple y llanamente apostando por la diversión.
Leslie y Renard, dos muchachos parisinos ataviados con sus mejores ropajes futboleros se alejan de sus dominios en busca de trapicheos que les hagan ricos instantáneamente. Para uno es una misión, para el otro un entretenimiento extra con su amigo. Con este punto de partida, mascarilla en mano y mediante todo tipo de transportes públicos nos sumergimos en una pequeña aventura sin fundamento alguno con la que disfrutar.
Lejos de querer reproducir la enésima ‹coming of age› francesa que tan bien se acomoda a los debuts, Jauvat ha sabido unir el “canallismo” del humor británico al más puro estilo Guy Ritchie —en su época acertada— y la sencillez de propuestas americanas como Colega, ¿dónde está mi coche? o Superfumados sin olvidar en ningún momento el lugar donde se propician las aventuras de estos dos muchachos.
La película pasa en un suspiro entre bromas y encuentros inesperados que van animando a los dos jóvenes a moverse según dicta la situación, asumiendo que, con la excusa de rozar con los dedos la situación de los post-adolescentes de los barrios parisinos y sus escasas oportunidades, o de la forma en que se gentrifican las grandes urbes a través de ese crecimiento de la línea de metro Grand Paris, les ofrece una motivación para seguir adelante con esta especie de ‹road movie›.
Aunque las motivaciones de ambos son muy distintas, uno con ese ‹mood› descreído y ausente y otro ilusionado por cada uno de los estímulos que les rodea, entre ambos se encuentra un equilibrio que nos mueve a su ritmo, aceptando cualquier locura que se pueda asociar a una piedra extraña que han encontrado por casualidad, sin importar que carezca de sentido. Es quizá lo más enriquecedor de esta Gran Paris, que su significado es totalmente invisible cuando consigue hacernos pasar un buen rato.
Durante 24 horas una experiencia única y poco conservadora nos lleva del típico día donde todo podría salir mal entre dos futuros mafiosos que van a ser una pequeña mancha en una ciudad cualquiera a una expedición al estilo Indiana Jones que abrirá todo tipo de posibilidades gracias a una retahíla de secundarios singulares e inesperados, donde solo el buenrollismo puede abrirse paso, sin cerrar las puertas a la posibilidad de sentirnos identificados con su forma de ver la vida a través de sus reflexiones, ajenas a la simpleza.
Es reconfortante encontrarse con propuestas de este tipo, Grand Paris abre nuevas perspectivas para la ‹Comédie-Française›, alejándose del típico estilo de sus comedias y sin necesidad de recurrir al afectado cine social actual para enviar su propio mensaje, enfrentándonos a un híbrido que funciona en todo momento.