El mundo de las reservas indias es prácticamente un subgénero en sí mismo. No olvidemos, sin embargo, que al final estamos ante lo que se podría denominar cine de contexto, de marco geográfico que, como tal, permite en realidad desarrollar las historias, los géneros mayores, si se quiere, que a uno le plazca. Hay que tener en cuenta, sin embargo que por el propio ámbito lo más habitual es verse inmerso en el mundo del western, aunque no obstante están surgiendo desvíos al respecto, más interesados en lo contemporáneo, en la exploración de las condiciones de vida actuales de los habitantes indios. Con ello podemos encontrar una suerte de ‹exploit› de la pobreza, de la dureza de sus condiciones que entroncan, por ejemplo, con el thriller, donde Wind River sería el ejemplo más palmario.
War Pony, debut de Riley Keough y Gina Gammell en la dirección, se decanta directamente por una suerte de cine de aspecto social, más destinado a reflejar historias pequeñas, mínimas, que ponen en la palestra una especie de submundo al que no se le presta la atención debida frente a otros cines sociales que reflejan minorías distintas. Y no se puede negar que ambas directoras, esencialmente en la primera parte del metraje, consiguen ponernos en situación, con una descripción del contexto y personajes que, engarzado con una puesta en escena documentalista y gris crean la atmósfera adecuada para comprender lo que se nos quiere contar y la importancia de su comprensión, de poner esta realidad en el tapete.
Lamentablemente, y a pesar de articular un montaje de narración doble, de dos historias sobre la supervivencia y la lucha por mantener una inocencia que se pierde a raudales, nunca se consigue mantener ese punto de interés inicial. Todo queda reducido a un par de historias que demasiado a menudo parecen una colección de anécdotas, a veces desconectadas, más que de empastar una evolución, un desarrollo real de un trama. Con ello, si bien es cierto que se consiguen momentos brillantes e incluso emocionantes, el film deviene un tanto plano, por momentos tendente a la iteración de situaciones y a una desconexión que se confunde demasiado con la distancia objetiva.
Como comentábamos queda clara la idea de reflejar la pobreza, la marginación y la crisis ante la pérdida de las raíces culturales frente al turbocapitalismo de supervivencia, pero lejos del comentario visual nunca se va más allá. No hay confrontación ni profundidad que no pase de un par de contrastes entre sus protagonistas o sus actos frente a lo que realiza el hombre blanco.
Puede que, quizás, esa no fuera la intención de las directoras y que su interés se limitara a una especie de documental ficcionado más tendente al reflejo de “la vida pasar” que a la creación de un arco dramático, pero su propio desarrollo, los saltos argumentales y la necesidad de cerrarlo parecen desmentirlo. A pesar de ello, y de ciertos momentos en el valle de los bostezos, War Pony no es desdeñable como ópera prima, ni que sea por sus intenciones y por buscar una ‹coming of age› que juega con la idea de tener que ser adulto mucho antes de lo necesario.