Valdría la pena averiguar si tanto las intenciones como el formato en que se despliega TikTok, Boom está pensado y planificado como su resultado final o si realmente estamos ante una de esas casualidades fílmicas que a veces son positivas para el propio el film o acaban por arruinar lo que, en principio parecería una buena idea. En este caso, quizás no llegamos a constatar que se haya llegado a cualquiera de los extremos, pero no deja de ser sorprendente cómo un documental acerca de una (quizás la más exitosa) app acaba por convertirse en un mero reflejo de esta.
El documental de Shalini Kantayya pretende ofrecer una visión poliédrica del asunto: Desde la historia raspada del TikTok hasta sus consecuencias a nivel personal, industrial y geopolítico pasando por la inevitable ristra de testimonios de ‹influencers› y de como la app ha cambiado sus vidas. Un formato un tanto clásico en su despliegue narrativo pero que adopta formas más cercanas en lo visual al propio formato de la app. En este sentido no se puede negar la habilidad de jugar con lo meta trasladando la experiencia del dispositivo móvil a lo cinematográfico. Sin duda una acierto pensando en el tipo de público al que se dirige.
Pero si esto es indudablemente un acierto no podemos decir lo mismo en cuanto a lo temático. La idea aquí funciona de la misma manera que lo visual, como buscando en todo momento un nicho ‹catch’em all›, saltando de temática en temática que permita que todo el mundo pueda encontrar su foco de interés. ¿Problema? Que, finalmente, ante tanto despliegue solo se consigue rascar la superficie de cada propuesta. Uno no acaba de entender si estamos ante una apología, una crítica a los peligros de las redes sociales o una mera excusa para publicitar causas sociales y algún que otro ‹influencer› venido a menos.
Por otro lado se nota, quizás en demasía, la necesidad de la inmediatez, de quedarse en el titular. Hay un cierto miedo a profundizar, como si con ello se perdiera la capacidad de atracción, y demasiadas ganas de epatar ni que sea mediante recursos de la emoción fácil como el testimonio lacrimógeno, la autosuperación y la apelación a ciertos valores universales que, aunque correctos suenan demasiado a cliché gastado, a reivindicación vana y fatua.
Con toda esta gama de elementos uno podría concluir que estamos ante un documental fallido en cuanto a sus propósitos. Nada más lejos de la realidad: estamos sobre todo ante un producto (en la mayor la acepción literal del término) que sabe perfectamente a qué juega y qué es lo que quiere. Como si en vez de un director detrás de la cámara hubiera un algoritmo, una inteligencia artificial diseñando en todo momento la tecla oportuna a tocar para satisfacer a la audiencia. Sin duda, en este sentido, TikTok, Boom acierta de pleno. Otra cosa es la satisfacción o interés cinematográfico que pueda generar que es más bien romo aunque, siendo francos, esto es algo que parece importar más bien poco a sus creadores y, a fe, que lo demuestra el resultado final.