Magnetic Fields es la película más importante de la cinematografía griega de este pasado año. Haber sido seleccionada para competir por su país en los Oscars (aunque ya sabemos que no estará en la terna final, al no pasar la criba previa de 15 finalistas de la que salen las cinco nominadas) y ser la triunfadora de los Premios de la Academia del Cine Heleno, acreditan este hecho.
Este comentario, más allá del dato curioso, nos descubre una película que nada tiene que ver con la radicalidad autoral mostrada por Yorgos Lanthimos o Theo Angelopoulos (este ya fallecido), que desde posturas dispares han sido los referentes internacionales sobre los que hemos sustentado nuestras nociones de cine griego. Una cinematografía que, más allá de estos nombres, resulta casi desconocida fuera de sus fronteras.
Magnetic Fields es una pequeña pieza de cámara, agradable, ágil de ver y de una inocencia capaz de despertar simpatía en el espectador. La película nos narra el encuentro casual de dos personas, un hombre y una mujer, algo perdidos, que en su soledad deciden compartir unos días juntos con la excusa de realizar la extraña misión que ha llevado al hombre a ese lugar.
Hay un aire de encantamiento, una atmósfera de confortabilidad, un aroma de camaradería y una búsqueda interior por parte de ambos personajes, interpretados por Elena Topalidou y Antonis Tsiotsiopoulos, con los que uno empatiza, aunque sin llegar a apasionarse. Ya que Magnetic Fields es una película bien intencionada, pero no una obra notable.
Sin duda hay mucho poso de realidad, tal es así que el guión de esta cinta corre a cargo del director y los propios actores protagonistas, omnipresentes a lo largo de todo el film. Pero también saltan a la vista las costuras del amateurismo y de un tono en exceso naif en una obra sin duda sincera, pero que en lo cinematográfico no termina de quedar bien resuelta. Parece más el borrador de una prometedora película, que un film redondo y bien acabado, hecho por un director, Giorgos Gousis, que debuta en el largometraje con esta obra.
En cualquier caso es una película que se deja ver, capaz de transmitir cierto halo de misterio, donde la esperanza y la desesperanza de los protagonistas parecen fundirse, con un ritmo y una duración que facilitan y agilizan su seguimiento (no llega a 80 minutos). Un film de modestas pretensiones, que busca la simpleza estética y argumental, en un ejercicio de minimalismo alejado de cualquier sofisticación, que deja un sabor agradable, pero apenas huella alguna.