La nueva película de Semih Kaplanoğlu, La promesa de Hasan, fue estrenada en la Filmoteca de Catalunya y distribuida por Paco Poch Cinema. El director turco nos ofreció su tiempo para, desde Cine maldito, poderlo entrevistar y hablar pausadamente alrededor de su obra. Además, aprovechó su estada para impartir una masterclass en la escuela ECIB de Barcelona.
Adrià Allande: Primero, antes de hablar de la película, me gustaría preguntar por el diseño del guion. ¿Cuál es su proceso de escritura?
Semih Kaplanoğlu: Siempre escribo una primera versión del guión para después, antes de volver a revisarlo e iniciar un segundo borrador, visitar los lugares que pueden interesarme para la historia junto a mi director de fotografía.
En el proceso de creación siempre necesito estar en contacto con la realidad del sitio, conocer sus particularidades, así como la gente que lo habita. Estar en contacto con la gente que vive a donde voy rodar lo considero esencial para alimentar a la película. Dedico un tiempo (alrededor de dos meses) para entrevistarlos, compartir tiempo con ellos y conocerlos con profundidad o, al menos, con tanta profundidad como me sea permitido y posible. Es más, muchas veces cuando hago la preselección en el casting, busco rostros y caracteres que me recuerden a la gente que he estado visitando, propia de la ubicación donde sucede la historia.
A. A.: ¿Desde la primera versión hasta la última qué es lo que cambia?
S. K.: El proceso de construcción, desde la primera versión del guión hasta la definitiva, es largo. Las modificaciones acostumbran a nacer por el espacio. Cuando visitas el lugar y te adentras en él, ves ideas que sobre el papel no podrías intuir. Por ello, el proceso de investigación es esencial. No acostumbro a improvisar pero, a veces, según el espacio y las condiciones que me ofrece, puedo modificar partes del guion.
Lo principal, sin importar el tiempo que pueda durar, es preservar el entusiasmo por la película que uno está haciendo. Hay que cuidar la pasión y procurar preservarla a lo largo del desarrollo.
A. A.: Hablando más a fondo, ¿De dónde nace la película? ¿Qué quería transmitir?
S. K.: La película, como la trilogía que estoy construyendo, nace a partir del concepto del compromiso o, en este caso, de la promesa. Las tres películas son inconexas entre sí (la tercera aún por rodar) pero giran alrededor de la misma idea.
Me interesaba indagar alrededor de esta idea, cómo el hombre puede verse tensado por el compromiso hacia el otro y, por ende, a uno mismo.
A. A.: Hay un elemento que, a lo largo de la película, se repite; el sonido del viento. ¿Con qué significado o símbolo lo ideó?
S. K.: Quería dejar presente la mirada de Dios y su juicio por vía de algún elemento que no fuera de naturaleza visual. El viento, por sus características, era el más adecuado. Este se encarga, a modo de aliento divino, de advertir juiciosamente sobre las acciones del protagonista. En definitiva, es la conciencia de la película.
Grabar al viento, técnicamente hablando, no fue una tarea fácil. Estuvimos alrededor de cuatro meses para captar, desde distintos lugares y temporalidades, su polifonía. Posteriormente, nos encargamos de diseñar el sonido para que adquiriera una composición musical y que, por lo tanto, fuera una melodía circular que se repetiría como un mantra.
A. A.: Siguiendo con la puesta en escena… La iluminación, como es propio en su obra, está hecha mayoritariamente con luz natural. Sin embargo, en las secuencias de noche y en el interior del hogar, hay cierta predisposición a una puesta en escena más artificiosa. Hasta espectral, me atrevería a decir.
S. K.: En los escenarios de la casa, durante las noches, la relación entre Hasan y su esposa se ven con más claridad. Durante el día, prácticamente, no están juntos. Es la noche, entonces, el momento en que los podemos ver en soledad, reunirse y hablar con tranquilidad. Es decir, ser ellos mismos; dejando intuir los secretos que ocultan en su relación. He visto siempre que dos carácteres esconden dos verdades.
A pesar de ser pareja, y en como tantas sucede, habitan sombras. Por ello y en referencia a la pregunta, quería trabajar en base a este hecho. Para expresar eso (los secretos propios del matrimonio) buscaba dualidades para que generaran sombras en el hogar; reflejo exterior de lo que habita en el interior. Las secuencias de la cocina están compuestas por polaridades que crean tensiones entre sí, mostrando la separación que hay entre Hasan y su esposa.
A. A.: La última secuencia, por su composición, me recuerda al final de Avaricia de Eric Von Stroheim; el personaje de espaldas a cámara con la horizontalidad del desierto que lo aprisiona. ¿Lo ha tomado como una referencia? ¿Y si no es así, de qué material se sirvió?
S. K.: No. No he visto Avaricia de Von Stroheim. Eso sí, para el diseño de la secuencia con la que se cierra la película, estudié el uso de las composiciones de Giacometti. Es un autor que siempre me ha gustado y lo he tomado muchas veces como referencia.
(Coge el teléfono y me enseña las referencias que utilizó de Giacometti. Esculturas donde la figura humana es mínima, esencial y, por lo tanto, muestra su propia fragilidad)
A. A.: Para terminar, y como pregunta canónica, ¿Cuáles han sido los referentes que han forjado su mirada?
S. K.: Sin duda, mis maestros de juventud han sido Yasujirō Ozu, Ingmar Bergman, Andrei Tarkovski… Y, por supuesto, Jean-Luc Godard. (Sonríe con este último)