Speak no Evil se podría considerar como un tratado sobre la violencia por el puro placer de la misma. O al menos, dadas sus características, así lo parece. Estamos ante un film que pivota fundamentalmente sobre la construcción paulatina, sobre bases atmosféricas de incomodidad y, sobre todo, en el fuera de campo del acto en sí, de obviar una exposición explícita de los elementos más hemoglobínicos del asunto o de entrar en una deriva de ‹jump scares› barateros.
En este sentido el film de Christian Tafdrup funciona casi a modo de tesis doctoral, de exposición que se desarrolla poco a poco a través del metraje en un ‹in crescendo› lento pero continuo para llegar a su clímax final. Estamos pues ante una exposición de las relaciones humanas y de la perversión de conceptos como la amistad, la confianza o la educación y como, en determinados entornos, dichos conceptos pueden llegar a pervertirse, a transformarse de algo cálido y necesario a ser un auténtico infierno. El mecanismo está en los detalles, en mostrar una especie de juego del gato y el ratón donde se estiran los límites y que parece querer enseñar hasta donde puede llegar el límite del abuso cuando este no se plantea de forma frontal.
No cabe duda que esta es una película de clara raíz “hanekiana”, deudora en cierta manera de Funny Games, ni que sea por el marco situacional y por los componentes del drama interpretado, pero que conecta de alguna manera con toda la filmografía del director austríaco. Fundamentalmente no tanto en la lateralidad, sino en la parquedad de las explicaciones y en convertir los motivos en un enigma sin resolver. En este sentido, aunque quizás tarde un poco en entrar en materia, Speak no Evil consigue meternos en ello y gestionar nuestras expectativas y ansiedad.
Sin embargo, y aquí es donde se todo se tambalea, lejos de atreverse a seguir por esta senda hasta el final, Tafdrup nos presenta un tercer acto que parece contravenir todo lo expuesto hasta ese momento. De repente todo se convierte en una exhibición, algo torpe por otro lado, de sadismo y brutalidad explícito y de querer dar un sentido, mediante explicación abrupta y poco elaborada, de lo visto hasta ese momento. ¿El resultado? Pues que tener respuestas a la ansiedad y al misterio resulta decepcionante cuando estas no justifican en absoluto el planteamiento.
Si durante todo el metraje se pone de manifiesto el concepto de control y dominio sobre las debilidades de los demás, de la explotación de los traumas ajenos y de las inseguridades de la comodidad burguesa, Tafdrup acaba por sucumbir a ellas en su versión cinematográfica, necesitando cerrar de algún modo el círculo vicioso en el que nos y se sumerge haciendo caso omiso a sus ideas iniciales.
Y es que dejando de lado algunos giros de guión no del todo coherentes, lo que parecía que podría ser una obra potente, oscura y desalentadora, acaba por dejar una sensación de vacío, de realmente no entender por qué se toman determinadas decisiones, opacando en cierta manera todo el trabajo desarrollado anteriormente. Cierto es que invita a reflexión y que una vez reposada sus virtudes dejan poso, pero queda muy lejos de marcar una huella de incomodidad en favor de algo masticado y en absoluto satisfactorio.