Decía Chad Crawford Kinkle que su película estaba destinada a convertirse en «una historia de culto». Una apuesta que podría sonar arriesgada, teniendo en cuenta que este director se sumerge por primera vez en el mundo del largometraje, pero lo cierto es que uno acaba con buenas sensaciones tras ver Jug Face.
Todo parte de una propuesta original y cuidada. El bajo presupuesto que se nota en la película no es óbice en ningún momento para que ésta nos impresione desde el primer minuto. Se nota que Kinkle es un admirador del género terror ante todo, pues su escenario contempla un contexto del que suelen salir buenas películas: Una comunidad rural estadounidense que adora algún tipo de deidad extraña, recordándonos a Los chicos del maíz o El bosque.
En esta ocasión, los habitantes de un pueblo, montañeses analfabetos de Tennessee, adoran un hoyo repleto de fango. Sorprendente. Pero más cuando descubrimos que de tanto en tanto, el alfarero de la comunidad se ve poseído por una suerte de inspiración que le lleva a fabricar una jarra (el director reconocía que la idea de la película se le ocurrió visitando un museo de Georgia donde se exponían jarrones del siglo XVIII) con el rostro de la próxima víctima que debe ser sacrificada al hoyo. En caso de no concretarse el sacrificio, algo cobra vida y abandona el pozo, dedicándose a matar personas y a convertirlas en espectros que vagarán eternamente por los bosques.
Por supuesto, lo rocambolesco del argumento ya despierta nuestra curiosidad. Si, además, tenemos en cuenta que el situar la historia en una comunidad, en un pequeño pueblo, nos lleva a un espacio prácticamente cerrado y con pocos personajes, el conflicto está servido. El grupo de actores que interpreta a los habitantes (Sean Bridgers, Lauren Ashley Carter, Kaitlin Cullum) consigue entrar de lleno en sus papeles de fanáticos adoradores de hoyos. Aunque la protagonista sea la lánguida Lauren Ashley Carter, realmente es el polivalente Larry Fessenden, que hace de su radical padre, quien más nos impresiona.
Porque, obviamente, tiene que haber una trama principal, y será la de la pobre Ada (Ashley Carter) que, transgrediendo las normas de la comunidad, queda embarazada del hijo de su propio hermano. Aparece, entonces, en la jarra que muestra a la próxima víctima del hoyo, y Ada tendrá que escapar del pueblo que le exige su sacrificio.
Sinceramente, la película, como ya he dicho, recuerda a una época del terror más clásico. No se recrea en la sangre o en el horror visceral (aunque también tendremos nuestra dosis gratuita de esto) Sino que es la atmósfera opresiva, el terror psicológico, el que trata de jugar con nuestro miedo. Realmente, podríamos decir que Jug Face es una especie de híbrido entre thriller y terror con la virtud de poder complacer a los amantes de ambos géneros.
La crítica, o mejor dicho la sátira, que puede llevar implícita el film (el comportamiento sectario, el liderazgo en las comunidades, la diferencia de quien infringe las normas como si aun estuviéramos en el Mito de la caverna platónico) resulta mordaz, pero a la vez muy sutil, resultando otra muestra de la inteligencia del guión y el montaje.
En conclusión, para aquellos que estén más hartos de ver sangre fácil o sustos manidos y quieran pasar un rato de terror clásico, opresivo, incómodo, deberían apostar por Jug Face como primera opción. No les decepcionará.