Hay historias de amor que surgen de la espontaneidad e historias de amor que surgen de la necesidad. La que nos presenta Clio Barnard en Ali & Ava sabe encontrar un equilibrio entre ambas opciones, siendo al final el Amor lo que capacita a sus protagonistas para salir adelante. Hay algo muy británico en esta cita fortuita y es que el cine social asoma por la esquina al emplear barrios periféricos de gente obrera, grandes familias y una relación interracial que marca algunos de los hitos de la filmografía de los directores más venerados del país.
En este caso Ali & Ava tiene un punto fuerte, que no es otro que el comenzar una relación de la nada entre dos adultos que ya tienen un pasado complejo y pegajoso, que nos devuelve a la realidad y la rutina con facilidad. Una historia muy de mirar por la ventana y descubrirla fácilmente en nuestras calles, con ciertos puntos de originalidad que insuflan nuevos aires a lo que ya conocemos.
El encuentro de sus dos protagonistas nos atrae como un canto de sirena, y lo hace a través de la música, un nexo de unión común que aquí nos ofrece tintes de musical, por cómo emplea las canciones a modo de hilo conductor. Tenemos a Ali con la música electrónica, un hombre incapaz de contener su energía, que escuda el silencio de su matrimonio roto en no hacer daño a la familia, cuando es un modo de no reconocer su nueva vida. También conocemos a Ava, más adusta en gustos, afiliada al folk y con varios hijos de distintos padres, no siempre bien elegidos, que sí sabe buscarse la vida y mantenerse siempre ocupada.
Con la cercanía que emplea la directora para presentarnos a sus dos futuros amantes nos acomoda frente a dos personalidades fuertes en apariencia, dos bizcochitos en realidad, que se empapan con facilidad con los sentimientos ajenos. Una madre de familia insegura, un hombre imposible de encajar en la rutina, o lo que es lo mismo, dos animales heridos que nunca terminan de lamer sus heridas. Pero Ali & Ava es mayoritariamente una historia optimista, de ojos que sonríen —es algo que aprovecha de sus actores principales, capaces de compartir esa sonrisa hasta en el momento más asfixiado— y de bailes fortuitos, de primeros pasos en los que aprender otra vez a disfrutar de la vida.
Sin olvidar su lado social, no escapamos a los retratos culturales, las fobias racistas y clasistas o la recreación misma de la palabra “comunidad”, que sin ser en todo momento temas protagonistas, revisten de cierta realidad a lo que nos cuentan. Si en un principio disfrutamos de la libertad de Ali para expresarse con Ava o de la creciente ilusión de ella, tal y como avanza el film algo se quiebra, y no tanto por la forma de enfatizar un conflicto que suele surgir en muchas familias ante una nueva relación —aquí alimentado por dramas algo más extremos—, quizá más bien por el modo furtivo en que decide desarrollar su último tramo, donde todo parecen pasajes algo inconexos que nos precipitan a una resolución algo descafeinada. Parece como si existiese un tratado donde se explique que todo buen romance tiene que representar y cumplir unos mínimos para que el amor tenga un significado completo.
Sin duda las actuaciones de Adeel Akhtar y Claire Rushbrook sobrepasan los límites y nos ofrecen una compleja y a la vez tierna interacción, con unos personajes pulidos, plenos e imperfectos que convierten Ali & Ava en algo más que una historia llena de tópicos o ya vista, algo que sangra y sobrevive, un posible nuevo comienzo que de paso retrata las calles de Bradford como un nuevo cómplice de los secretos que consiguen conectarnos con esta pareja. Algo que casi hace olvidar esa forma de ir de más a menos, al romper brevemente la rutina de dos desconocidos que algo nuevo, sin saberlo, necesitan.