Mi primera videoconsola entró en casa cuando tenía unos tres años. Aún recuerdo jugar sentado en el regazo de mi padre al Super Mario Bros. en la aparatosa tele de tubo que había en la cocina. Desde entonces, mi vínculo con el mundo de los videojuegos ha persistido hasta el día de hoy. Siempre han estado presentes, me han hecho soñar y, como amante —y trabajador— del mundo del cine, me han parecido un medio tan válido como el celuloide para, no sólo contar historias, sino expresar tus inquietudes, tus filias y tus fobias.
Lamentablemente, el sector del videojuego está actualmente —y siempre lo ha estado en cierto modo— infravalorado en cuanto a su profundidad emocional gracias a la concepción de mero entretenimiento que los medios no especializados transmiten a la sociedad. Por suerte, al igual que en el cine, podemos encontrar productos y realizadores de todo tipo, e Indie Game: The Movie nos mete de lleno ya no sólo en la cabeza, sino en el corazón de cuatro de esas «rara avis» del ocio interactivo que, más allá de ofrecer un rato de diversión, buscan proyectar su mente y sus pensamientos sobre un lienzo tan poco habitual para ello como es un videojuego.
Con una financiación sostenida en parte gracias a una campaña de ‹Kickstarter›, Indie Game: The Movie nos introduce de lleno en las vidas de cuatro desarrolladores de videojuegos independientes tan variopintos como interesantes; y lo hace de una manera brillante, aprovechando al máximo las peculiaridades y tics de cada uno de ellos para ir descubriendo sus miedos, sus motivaciones y sus situaciones personales de manera progresiva.
Parte del gran mérito del documental recae en la naturalidad de lo que en un principio resultan ser entrevistas, que pasan a convertirse casi espontáneamente en un confesionario para estos geniecillos del ocio interactivo en el que vuelcan todos sus pensamientos sin el filtro de una pregunta que vaya marcando el compás y la dirección del discurso. Esto ayuda a vislumbrar con total claridad qué esconden los nobles corazones de McMillen y Refenes, representantes del “niño grande” que creció rodeado del medio y siempre supo a lo que se quería dedicar de mayor; el ego, los aires de superioridad y las ínfulas autorales de Phil Fish; y la apocada y notoriamente intelectual naturaleza de Jonathan Blow.
Además de suponer un medio excepcional para conocer a flor de piel a los grandes “tapados” del videojuego en su día a día, Indie Game: The Movie es un perfecto reflejo de la cara oculta de una industria en la que las grandes compañías y sus ‹blockbusters› genéricos con interminables secuelas copan la mayor parte del mercado, relegando a gente como McMillen o Blow a un segundo plano. Un plano en el que, si quieres sobrevivir, las únicas armas que tienes son la perseverancia, el esfuerzo y, sobre todo, la abnegación en favor de tu trabajo.
Indie Game: The Movie no es una película sobre videojuegos. Ni siquiera es una película sobre desarrolladores de videojuegos. El documental de James Swirsky y Lisanne Pajot es una cinta sobre el sacrificio y la pasión por un medio hostil. Sobre cómo puede llegar a compensar atravesar un pequeño calvario personal a cambio de alcanzar —o intentarlo al menos— tus sueños. Sobre cómo, con constancia, puedes terminar haciendo lo que siempre quisiste hacer cuando eras un crío y cogiste un ‹pad› de control por primera vez, viste una película de terror o leíste tu primer cómic, y pensaste: «Cuando sea mayor quiero hacer algo así».
Indie Game: The Movie es el mejor discurso motivacional que un creativo con inquietudes en particular, o cualquier persona que necesite un empujón en general puede ver. Ame —como es mi caso— o no el campo del videojuego.
Bien escrito Victor. Yo añadiría, que ante todo, es un documental de la soledad, la soledad del creador, en este caso, de videojuegos, con la paradoja que millones de personas jugamos al Fez y compañía, y eso ha sido gracias a la soledad de unos genios…