Un amor de juventud es efímero, apasionado y existe fuera de la vida que pasa dentro de los parámetros de la rutina impuesta a temprana edad y las expectativas que nos asfixian en condiciones normales. Es la forma más pura de amor, pero también marca profundamente la identidad y la manera de enfrentarse a las relaciones para el resto de nuestra existencia. Y para una cineasta como Mia Hansen-Løve ese vínculo atemporal que crean nuestros sentimientos, con personas que incluso no requieren estar presentes, parece ya suficiente para desarrollar su obsesión recurrente con el tratamiento del paso del tiempo en la narración cinematográfica y también en sus efectos sobre sus personajes. En Un amour de jeunesse (2011) una adolescente de 15 años, Camille (Lola Créton), tiene lo que para ella es un intenso, único y definitivo romance con un joven de 19, Sullivan (Sebastian Urzendowsky). Para ella lo es todo y pasa los días esperando su llamada o que aparezca en su casa. No necesita nada ni a nadie más. Él, sin embargo, tiene ya otros planes: se va durante 10 meses para viajar por Sudamérica en busca de experiencias y una vida que satisfaga sus deseos y aspiraciones, abandonando sus estudios y a ella, a quien escribe regularmente por carta.
La cineasta exhibe aquí todas sus reconocibles habilidades de construcción del relato con su refinado uso de la elipsis desde la escritura de su guion y apoyada en un montaje preciso. También sobre la percepción de Camille de este transcurrir vacío de novedades, inmersa en el día a día de sus estudios o la vida con sus padres, la recogida de cartas, su lectura, el posicionar una chincheta marcando el trayecto de su amado en un mapa colgado en la pared. La separación es dura para ambos y las comunicaciones de Sullivan son cada vez más tristes y dolorosas hasta el punto de anunciar su trágica ruptura. Para ella es el fin de todo, pero la vida continúa. Cambia su peinado, estudia arquitectura, establece una relación con un profesor mucho mayor que ella, Lorenz (Magne-Håvard Brekke). Mientras sigue recordando el amor perdido, construye toda una nueva vida, una suya propia acorde a la persona en la que ha llegado a convertirse con los años, casi sin pretenderlo. El amor con Lorenz es equilibrio, calma y seguridad, sobre el que proyecta la construcción de una vida basada en la experiencia y las decisiones conscientes. El que todavía rememora y siente cuando se vuelve a encontrar con Sullivan es inestable y cercano a una adicción irracional inexplicable, basada en la fantasía de un futuro y un camino distinto de una vida diferente que nunca llegó.
La importancia simbólica de un sombrero —que Sullivan regala a la protagonista cuando pasan unos días en el campo— se subraya en complicidad con los espectadores con un plano de iris, cerrando en círculo sobre el mismo como anticipación de un final tan sutil como brillante. El amor hacia él se ha incorporado a su forma de ser como ese accesorio de moda que todavía conserva. Pero su evolución, que registra con notas en un cuaderno que lleva consigo a todas partes, dejará paso a una nueva fase en la que sin darse cuenta dejará de pensar o sentir algo hacia él, cuando menos lo espere y sin buscarlo. Un golpe de viento y la corriente del cauce de un río, donde vuelve a bañarse Camille en solitario tras hacerlo con su amor de juventud hace años, establece el nuevo rumbo de la joven, que nada a voluntad sobre sus aguas mientras el sombrero desaparece arrastrado por ellas. Esta imagen metafórica sintetiza y expresa un sentimiento imposible de aprehender o explicar con palabras. Una ausencia, un vacío, la falta de una parte de nosotros que define nuestro ser hasta que ya no lo hace y somos libres de nuevo. La imagen cinematográfica con el movimiento y el fluir del tiempo cobran aquí también un nuevo significado delante de nuestros ojos, como ocurría recientemente en los instantes finales de La isla de Bergman (2021), filtrada por la mirada de una directora que trasciende y sublima lo íntimo a través de sus delicados hallazgos visuales.
Crítico y periodista cinematográfico.
Creando el podcast Manderley. Hago cosas en Lost & Found.