Eles transportan a morte podría ser vista como una película árida, reconcentrada en su arco narrativo y su contención formal (a veces bordeando lo puramente experimental). Pero no es menos cierto que también podría ser fácilmente considerada como cine de aventuras. ‹Sui generis›, claro. Sobre todo cuando contraviene cualquier convención del género, especialmente en su agónico y, por momentos, exasperante ritmo. ¿Cine narrativo? Sí, pero tan trepidante que convierte a Apichatpong Weraseethakul en poco menos que Michael Bay.
Más allá de estas consideraciones es más que destacable como sus directores, Samuel M. Delgado y Helena Girón, saben manejar una narración que entronca con un cierto clasicismo en la reseña de un evento histórico con las incursiones en el ‹fantastique›, lo onírico y lo legendario. Todo ello en un montaje paralelo donde conviven dos mundos, el de la expedición de Colón a América con naufragio en Tenerife incluido por un lado, y el relato de las mujeres que quedaron abandonadas por miembros de la tripulación en Galicia.
Una dualidad que sirve para confrontar estas realidades. Una masculina, calurosa, tóxica y, enfrente, la femenina con su resiliencia ante la soledad, el frío y el abandono. Quizás una fórmula de espejo que no acaba de funcionar al perder el foco de la narración pero que permite comprender perfectamente las dos caras de la moneda de un mismo evento.
Es precisamente aquí, en el terreno de lo histórico donde Eles transportan a morte opta por no limitarse a la mera crónica y se redirige hacia la digresión de una variante al respecto, convirtiendo una (mini) epopeya cuyo final conocemos todos en un enigma, en una suerte de isla fuera del tiempo y del espacio donde puede ocurrir lo impensable. Una idea que se construye con la intención de denunciar las consecuencias de lo que sucedió en realidad, como si divergiendo de los hechos reales se pudiera evitar el colonialismo, el expolio y el genocidio.
Un ‹What if› fantasmagórico que tiene su contrapartida en las consecuencias reales que sufrió la parte femenina de la historia. Aquí no hay lugar para la epopeya y sí para un drama más costumbrista, más tétrico si se quiere pero que no da margen al escapismo. Pero quizás en esta parte es donde el film flaquea más, al necesitar una verbalización de eventos que tira por tierra mucho del trabajo poético-visual realizado anteriormente.
Y es que, a pesar de todo el riesgo visual y de un planteamiento valiente, da la sensación de que los directores optan por un desenlace demasiado explicativo, como si tuvieran miedo, por así decirlo, de que la audiencia no consiguiera captar el mensaje. Algo que, a la postre, resulta tan innecesario como erróneo ya que, a pesar de su aridez, la idea de la imagen, de la metáfora y de las quiebras visuales resulta mucho más poderosa que cualquier intertítulo o voz en off de carácter enciclopédico. No obstante estamos ante una película difícil, no necesariamente agradable a la vista, pero que trasciende el fotograma hacia una sensorialidad que la convierte en una propuesta más que reseñable.