Tuitear como respirar
Teniendo en cuenta que Internet y las redes sociales como temáticas copan el mercado del audiovisual actual (pensemos en biografías como La Red Social o Snowden, o series de plataforma como Mr. Robot), si el cineasta Laurent Cantet emula a sus compatriotas estadounidenses y también se lanza a hacer un film de estas características es porque es perfectamente conocedor de lo que persigue. Su propósito no estriba en enhebrar una trama de espionaje formulaica, sino en hacer al espectador partícipe de la peligrosidad de los datos que quedan en la nube. Porque si el ciudadano de a pie aún considera que las guerras sólo se libran en el exterior significa que navega por un mundo que es incapaz de comprender.
Arthur Rambo se articula alrededor de un mensaje muy clarificador, verbalizado pocas veces a lo largo de la película: ya no es posible el no hacerse notar. Vivimos bajo el yugo de un capitalismo de vigilancia, donde se alimenta el odio incluso cuando parece que la intención sea otra.
En el film seguimos a Karim D., un escritor de éxito que acaba de publicar su última novela, y es aplaudido por ello. Sin embargo, horas después los usuarios sacan a la luz unos tuits que escribió años atrás bajo el seudónimo de Arthur Rambo, que incitaban al odio, al racismo y al antisemitismo. La estrategia narrativa es sencilla y económica, el discurso no se anda con rodeos y va al hueso. Se siembran ideas como la confluencia de opiniones como un castillo de naipes que se desmonta o el flujo informativo como mecanismo para la malinterpretación y el linchamiento. Los datos entremezclados y los comentarios instintivos de Twitter atesoran una dimensión propia, incluso maligna, cuando visibilizan una faceta insospechada de alguien, que tan pronto como es glorificado también es condenado.
Cantet pone de manifiesto la mediatización actual y la dificultad de lidiar con la libertad de expresión y la corrección política, es decir, la tendencia del individuo a la cancelación de alguien por transmitir mensajes alejados de lo que se entiende por sentido común.
En consecuencia, Karim se encamina de forma tan rauda hacia el descrédito social que incluso llega el punto que su propia madre duda de los valores que le ha inculcado. Y todo causado por un perfil falso en redes y el conflicto de separar el texto del emisor para enjuiciarlo.
En lo que es un modesto alarde de precisión, Cantet consigue plantear más preguntas que respuestas, porque de Arthur Rambo también puede reflexionarse acerca de lo que hoy en día representa un acto de provocación, cuando el autor se condena a ser juzgado al segundo y el receptor puede tomar su mensaje como un ataque personal.
Lo que nos enseña la película es que un arrebato de rabia que deje rastro puede girarse en nuestra contra de forma injustificada, suscitando una polémica que puede hacer trastabillar nuestra vida privada y profesional. En ese sentido, un factor muy interesante en relación a Karim es que no se especifica si los tuits los emitió por convicción o por sistematizar un acto provocativo. La figura de su hermano menor, que podría resonar, con todas las reservas, con el del personaje de Derek en American History X, es su principal defensor aún cuando no ha alcanzado la edad suficiente como para tener ideologías fundamentadas.
El conflicto entre ellos, que sale a relucir en los últimos compases, es la pincelada final del director para este film que se decanta por sintetizar una situación en lugar de camuflarla en el subtexto de una trama. En definitiva, Arthur Rambo es una pequeña crónica de la batalla contra la (des)información, cuando el mundo en sí mismo es una ventana indiscreta a la par que un tribunal de justicia.