Justo antes del inicio de la proyección de la película, comentábamos qué esperar de ella junto al compañero Álex Oliveres y, más allá de las expectativas, surgieron diversos chascarrillos fáciles al respecto del título (que no reproduciremos aquí). La conclusión que sacamos de ello fue decir que ya teníamos hecho el ‹tweet› antes de ver la película. Esto, que parece un comentario intrascendente, no deja de tener al final una cierta correspondencia con lo que es Zola, ni más ni menos que una adaptación cinematográfica de un hilo de Twitter con todas las dificultades que ello entraña y todas las posibilidades (para lo bueno y lo malo) que ello conlleva.
Pues bien, a pesar de su estética, de su sentido de la aceleración en el plano, en el punto de vista y en el comentario hiriente (como si de ‹tweets› y ‹replies› se tratara) no dejamos de estar ante un producto que tiene demasiados ‹déjà vus› a su espalda. Y es que la propuesta no para de lanzarnos ecos a lo que podría ser un vástago de Spring Breakers y Tangerine. Como si su directora Janicza Bravo hubiera tomado muy buena nota de los films de Korine y Baker respectivamente y hubiera decidido hibridarlos en forma y espíritu.
Y ciertamente el resultado funciona perfectamente en cuanto a marco para la narración de una pesadilla nocturna del lumpen donde encontramos extravagancia, miseria (material y moral), toques de comedia negra y algo de contenido social, más como comentario adyacente que como denuncia, y una suerte de empoderamiento femenino desde una perspectiva irónica y algo desencantada.
Pero siendo del todo francos pesa muchísimo la sensación de, a pesar de inscribirse perfectamente en temática y tono en el signo de los tiempos, estar ante una película algo desfasada. O bien el hilo del 2015 en el que se basa (o las películas referentes que comentábamos) estaba avanzado a su tiempo, o todo va tan acelerado que lo que parecía rompedor y modernísimo hace poco se ha quedado ya antiguo.
Algo de ambas cosas hay en Zola junto a la percepción de que, al igual que las adaptaciones tradicionales de novela o cómic, lo que funciona perfectamente en un formato, en este caso online, no tiene por qué tener una correspondencia exacta en cuanto a impacto en su traslación cinematográfica. De hecho, más allá de las connotaciones que se le quieran dar a la historia, todo parece reducirse a una anécdota simpática pero breve que hay que alargar para que tenga cierto empaque, pero cuyo resultado es más similar al típico chiste que busca el adorno y que con él pierde la gracia que pudiera tener en esencia.
Así pues, el juicio apriorístico pre-proyección no estaba tan lejos de la realidad. Zola pudiera ser considerada una película pensada en la dirección correcta en cuanto a la idea de cómo plantearla y bien ejecutada en correspondencia con ese plan. Pero más allá de eso y de su apreciable dirección interpretativa, se queda unos peldaños más debajo de lo que se podría esperar en términos de innovación e impacto, derivando en un producto moderadamente disfrutable, más dependiendo del modo del espectador que de lo que realmente puede aportar el metraje.