Sesión doble: My Heart is That Eternal Rose (1989) / Protégé (2007)

Las triadas se personan en la sesión doble con dos joyas como son My Heart is That Eternal Rose de Patrick Tam, que llegó a cines en 1989  y Protégé, película de Derek Yee dirigida en 2007.

My Heart is That Eternal Rose (Patrick Tam)

Dos jóvenes enamorados se ven forzados a separarse cuando el fracaso de una misión avecina un ajuste de cuentas entre bandas de la triada china. My Heart is That Eternal Rose es, en cierto modo, el arquetipo cinematográfico perfecto: romance y drama intimista en medio de una vorágine visceral de disparos, navajazos y una gran traca final en ciernes. El resto es puesta en escena, y la de este filme desde luego merece un punto y aparte.

La dirección de Patrick Tam, de un pulso impresionante y un gran desparpajo para explorar identidades estéticas propias, opta por una estilización muy marcada, en la que abunda la iluminación difuminada y las imágenes congeladas, evocando en cierto modo un aura de irrealismo onírico a lo que sucede. En muchos aspectos recuerda a Wong Kar-wai y no es para menos, pues detrás de su fotografía se encuentra el Christopher Doyle que siempre asociamos al particular estilo visual del autor de Deseando amar y 2046.

En cualquier caso, visualmente la película es una joya y no solamente por sus atributos, también por su alcance, pues es capaz de reflejar y empatizar con las diferentes escalas de la narración. Es violenta y agresiva como es delicada e íntima, atropellada y difícil de digerir pero de ritmos y tiempos lentos. No hay contradicción en estos atributos, porque forman todos ellos parte del artefacto complejo que elabora Tam y que logra que la cinta funcione con precisión a todos sus niveles. Una de las escenas más hermosas involucra un simple abrazo de despedida, un instante breve en el que el tiempo parece haberse detenido, a pesar de que la amenaza se cierne y urge.

La decisión narrativa de incluir un salto temporal repentino de seis años tras la despedida de los amantes Rick y Lap añade un elemento de disociación emocional al romance y lo fija como un recuerdo difuso. Por ello, su inevitable reencuentro tiene en ese punto más que ver con la evocación de un pasado que tal vez no vuelva a formar parte de sus vidas. Y es aquí cuando My Heart is That Eternal Rose revela su naturaleza melancólica e idealista, remando contra la marea de una realidad violenta y cínica de la que ambos forman parte y en último término no podrán huir del todo.

Con todo, lo más fascinante es que en esta historia de un amor predestinado a la tragedia hay una tercera pata que, inesperadamente, llega a opacar a las otras dos. El joven Cheung, aliado de la pareja en su huida que les ayuda por puro afecto romántico hacia Lap, surge de un rol en apariencia secundario y se convierte en el personaje que termina guiando moral y emocionalmente al espectador durante toda la segunda mitad de la película, gracias en gran parte a una espectacular interpretación de Tony Leung en los inicios de su carrera.

Como suele suceder en muchas grandes películas, la magia de ésta subyace a una historia con mimbres clásicos, vistos en mil ocasiones y por lo general fáciles de predecir en sus derivas narrativas. Lo que cuenta, al fin y al cabo, es la escenificación de dicho cuento. Y a través de una marcada identidad visual, de potentes interpretaciones y del manejo de ritmos y tonos en su mezcla de acontecimientos emocionales contradictorios, My Heart is That Eternal Rose se alza como una joya en la que todo suena, todo recuerda a algo. Pero qué importa esto cuando sus imágenes pesan y se quedan grabadas.

Escrito por Javier Abarca

 

Protégé (Derek Yee)

Además de mafias también sobresale la temática de las drogas, y aunque parezcan lo mismo en determinado contexto es fundamental establecer una división entre ambos temas porque si bien el segundo tiende a estar presente en los tópicos de historias de bandas criminales la película hace hincapié de más en los efectos de este veneno escapista y alienante que venden los protagonistas y que será el eje para el drama que afrontan los distintos personajes los cuales a pesar de su ralea son conscientes del virus dañino que esparcen a través de sus productos.

Así podemos encontrar en el metraje un espíritu crítico frente al consumo de sustancias psicoactivas e incluso una mirada condescendiente con respecto a los compradores, los cuales, retratados en especial por Fan (una madre soltera que trata de sobrevivir a la abstinencia) se dejan notar como seres decadentes que recurren a tales vicios para lidiar con vacíos existenciales y emocionales y que de manera paradójica o trágica terminan cavando un hoyo más oscuro y profundo en ese vacío que se vuelve cada vez mas inmanejable e imposible de llenar, así las drogas son como un remedio que envenena y que junto con la muerte o decadencia del enfermo se lleva por delante la vida de aquellos sujetos a él.

Los criminales y policías enfrentados no distan mucho en sus componentes morales y no porque ambos sean igual de corruptos sino al contrario, ya que hay una mirada virtuosa de los delincuentes.Ninguno es demasiado perverso a pesar de su andar corrompido y esto entra en choque con los propósitos del protagonista, el cual es un policía infiltrado en las estructuras criminales. A través de esto se plantean reflexiones al respecto de la influencia de una vida de crimen en la persona, ya que al simular ser delincuente durante muchos años, esa “simulación” se empieza a hacer real, y los vínculos que aparentas se van haciendo sólidos y te empiezan a pesar en el inconsciente.

En términos narrativos la cinta es un drama policiaco con unas cuantas escenas de acción bien montadas. Entre estas sobresale la redada a uno de los laboratorios donde opera el protagonista en la que entre el absurdo de las situaciones que se salen de control por el afán de ingresar al recinto queda espacio para señalar esa conciencia colectiva que ha empezado a tocar al protagonista y que permite ver sus matices frente a sus colegas criminales. La dirección no es muy osada pero a pesar de ello sabe mantener el ritmo y equilibrio entre los aspectos criminales e íntimos de la trama. Lo trágico se presenta al final como esa instancia en la que el triunfo te excluye de tu labor significativa, porque la victoria contra el otro ya no es victoria si este se ha vuelto tu aliado y menos cuando al mirar a tu alrededor dentro de tu “propia” gente notas que son extraños, una institución a la que has aprendido a temer y desconfiar y de la que en verdad ya no haces parte.

Escrito por Nelson Samuel Galvis Torres

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