Todo el mundo está familiarizado con el lema de una famosa marca deportiva: «imposible is nothing». Un leitmotiv que pretende ensalzar los valores del esfuerzo en el plano del deporte pero que, obviamente, puede ser trasladado a cualquier aspecto de la vida. Trabajo duro, competitividad, superación… valores enfocados de forma positiva en spots televisivos acelerados, con música pegadiza y colores llamativos que fomentan una visión positiva de todo el asunto.
The Novice, film debut de Lauren Hadaway, vendría a ser una subversión, tanto en lo temático como en lo formal, de este tipo de campañas. Un auténtico ‹tour de force› agotador, sudoroso y húmedo en el que el trabajo de cámara tiene una importancia capital. Un despliegue basado en una sucesión de planos cerrados, aberrantes, cercanos que reflejan tanto un ambiente opresivo y claustrofóbico como un estudio psicológico de la degradación de la protagonista. La idea no es solo compartir el “viaje” sino sufrirlo como ella y, al mismo tiempo, a pesar de la cercanía, tratar de dibujar un retrato que lejos de empatizar busca el horror e incluso la repulsa.
Esto resulta especialmente efectivo combinado con un montaje acelerado, que no deja espacio ni para la respiración ni para la reflexión. De modo que, al igual que a la protagonista, las elipsis temporales sugieren la desaparición de los espacio de intimidad o relajación. Todo en The Novice es una carrera contra el tiempo, contra el descanso. O cómo explícitamente expone la protagonista (una excelente Isabelle Fuhrman), “dejad de decir que me relaje, no hay tiempo para la relajación”.
Con todo ello pudiera parecer que estamos ante una proclama en contra de la obsesión deportiva, contra la competición como forma de vida pero, aunque algo de eso está presente, ni que sea teniendo en cuenta el contexto en el que desarrolla el film, en realidad Hadaway construye un retrato individual obsesivo que puede funcionar como símbolo de la lógica perversa del neoliberalismo. Esa que valora tu personalidad en valores absolutos de éxito y fracaso y donde solo se contempla lo primero en base al esfuerzo, a confundir deliberadamente buscar la mejor versión de uno mismo con ser el mejor, a la destrucción de cualquier atisbo de humanidad en pos del triunfo individual. Ya sea en el deporte, en los estudios o en la vida misma. Todo es sacrificable, amigos, amores, familia incluso uno mismo, para obtener el resultado exigido.
Así pues, The Novice funciona casi como un anti-spot y, al mismo tiempo, como una severa advertencia contra los mensajes de autosuperación malentendidos. Y aunque se puede catalogar como un drama, se puede leer tanto como un thriller claustrofóbico sobre la pérdida de la razón o como una muestra ‹sui generis› de cine social que funciona a través de una ingeniería inversa de desanclaje y desvirtuación de los valores que se transmiten en la actualidad como positivos. Una película negra, desesperanzada, que no deja espacio posible para una hipotética redención. Ni tan siquiera en la mirada a cámara de la protagonista, con la ambigüedad calculada que podría sugerir una entrada en razón, como la caída en la locura más absoluta asociada al fracaso.
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