Los aventureros une a dos de los rostros más importantes del cine europeo del Siglo XX, Alain Delon y Lino Ventura, en esta co-producción italo-francesa dirigida por el galo Robert Enrico, quien se encontraba ante una de sus primeras películas tras su periplo experimental con el corto documental. Una cinta que repesca el hálito del cine de aventuras clásico (que en ese momento vivía un auge dentro de los subgéneros europeos de consumo popular), aquí para trazar reflexiones acerca de la amistad, utilizando los esquemas básicos de la corriente aventurera con el fin de ahondar en el drama del dibujo de personajes y sus relaciones; campos habitualmente poco explorados en estas tramas prototípicas de la vertiente, donde rara vez se suele huir del mero afán de la evasión. En este caso, Enrico coge a dos estrellas como Delon (ya un mito en aquel momento) y Ventura (su actor fetiche) para dar forma a Manu y Roland, dos camaradas aventureros a los que se les comunica la existencia de un tesoro perdido en el océano anexo a la costa del Congo; aceptan el reto al momento, y a ellos se les une una inesperada acompañante: la bella Laetitia (Joanna Shimkus), una mujer de aspiraciones artísticas y con importantes ambiciones. Juntos emprenderán el viaje hacia el ansiado botín que, aunque su búsqueda resulte fruto de una traición, permitirá que entre ellos se establezcan una serie de vínculos nada esperados.
La película es una más que interesante propuesta aventurera que se aleja de la estructura argumental básica del género, en a lo que a la centralización de un héroe y su objetivo ansiado se refiere. Para ampliar su desarrollo incluye el mencionado trasfondo progresivo de sus personajes, un campo dramático en el que extrapolar sus relaciones, además de una serie de situaciones que no se quedan sólo en el recurso de la acción, sino que sirven como terreno en el que reposar el carácter evolutivo de su curiosa triada de héroes. También con lugar para el contrapunto dramático, Enrico sujeta la mayor parte de su encanto en la relación entre sus dos protagonistas masculinos, quienes verán cohibida su habitual rutina aventurero con la presencia de la mujer; situaciones ambiguas entre este triángulo de camaradería que darán pie a una encantadora historia de amistad, fraternidad e incluso seducción, optando por una profundidad dramática en sus formas que separa a Los aventureros de las habituales vicisitudes vistas en el género en el que se sumerge. Los intérpretes, tremendamente acertados, se adhieren a la naturalidad de la película, con Delon como héroe enérgico y valiente, Ventura como audaz trotamundos de ruda presencia y Shimkus (quien por cierto, es conocida por haber sido la mujer de Sidney Poitier hasta el reciente fallecimiento del actor), como la joven de apariencia ingenua y candorosa con amplias pretensiones artísticas; los tres constituyen un grupo que dan forma a esas aspiraciones en las que la película quiere trascender más allá de su género, con el ideario de la libertad siempre presente.
Además de lo previamente comentado, que aporta a Los aventureros una presencia muy significativa dentro del productivo cine europeo de los años 60, Enrico propone una cinta enérgica, de imaginería audiovisual muy potente (tanto a niveles fotográficos como musicales) y que en sus escenas de acción no ignora una amplia espectacularidad. Es en esos momentos en los que la historia de fraternidad de la triada protagonista, cuasi delimitada a una fantasía cercada en su propio estatus, se ve convulsionada por las hostiles represiones del mundo real, aquí ejemplificados en el grupo de mercenarios que les siguen la pista. Será ahí cuando la película exponga su reverso oculto y se convierta en una especie de tragicomedia, impresa en pantalla bajo una serie de enclaves naturales sorprendentes (como el Fuerte Boyard, en el que desarrolla todo el último acto), focos narrativos en los que la cinta se resguarda en los lugares comunes del cine de acción y de aventuras pero como un detonador de todas aquellas claves dramáticas expuestas con anterioridad. Bajo el devenir de alguno de los personajes, guarda para sí unos espacios comunes tanto para el drama como la acción en su énfasis más épico, conformando la personalidad de una película importante en su día, pero que quizá hoy esté en el subterfugio del olvido. Su capacidad para transgredir un género tan esquemático como el aventurero, y la capacidad de humanizar a los prototipos que cabalgan en este tipo de tramas, son algunas de las mejores aportaciones que como espectadores nos puede dejar un film como Los aventureros.
Tenía nueve años cuando vi esa película, me enamoré de la historia, de la música y de Alain Delon.La vi seis veces, llevé a toda la familia. Hermosa historia. Inolvidable para mi porque era una niña.
Yo también la vi como 10 veces y aún hoy mucho tiempo después me encanta
Llevo mucho tiempo siguiendo el impecable trabajo de Delon, esta película me dejó alegría y tristeza en el corazón, son del género que ya no son común ver en los cines.
Excelente blog!