Si la pandemia del COVID ha pasado a la historia ha sido por ese apagón mundial que ocasionó algo impensable en un mundo con un reloj en constante movimiento: la parálisis global repleta de psicosis colectiva, confinamientos, y un futuro incierto. Una postal real y taciturna que parecía haber salido de cualquier epopeya apocalíptica de ciencia ficción, pero que algunos artistas culturales quisieron llevar con el ansia de no ver parada su creatividad; incluso a un director veterano y consagrado como Abel Ferrara, con una genética amotinadora para los géneros, ideó junto a Ethan Hawke su película de confinamiento: un thriller político en una Roma oscura, empantanada de ese nuevo orden mundial que pareció traer la pandemia, y rodado con un mínimo presupuesto. Si no cabe duda de que el actual status de Ferrara es el de un director ya glorificado en los márgenes externos de la industria, con una personalidad subversiva, carácter fílmico endiablado y una capacidad innata por exorcizar cada uno de los géneros que ha tocado, no debería sorprender (o quizás, sí) que en Zeros and Ones abrace el thriller de ocasión cuyo look parezca haber salido de una cinta de acción directa a las añejas estanterías de videoclub. Cabe añadir que no hay pretensiones peyorativas por quien esto escribe en esta afirmación; Abel Ferrara ha sido fiel a su espíritu anárquico fomentando aquí una caótica propuesta que se siente como un ejercicio de libertinaje artístico.
Es tal la cordura interna que la película quiere para sí misma dentro de su condición de cinta austera, que el propio Ethan Hawke introduce el film hablando de los orígenes de producción e intenta explicar el argumento: Hawke es un soldado que ha sido enviado a Roma para investigar y detener un inminente ataque terrorista, al mismo tiempo que intenta encontrar a su hermano gemelo revolucionario (interpretado por él mismo), quien parece tener conocimientos que podrían ayudar a frustrar el atentado. Si bien esta trama podría entenderse como herencia de cualquier telefilme de acción de sobremesa, lo cierto es que tendrá poca relevancia en Zeros and Ones; Ferrara obvia hacer comprensible este argumento y se distancia de él para procrear un film que aboga por el estilismo de guerrilla, cierta conexión con estamentos atmosféricos en la búsqueda de una transgresión formal, en un escenario tan turbador como la noche romana; la oscuridad es tan sólo alterada por la presencia militar, captando el ambiente vivido en el pasado 2020 con las ciudades envueltas de una soledad continua.
Como en cualquier película de Ferrara, sus pretensiones se degustarán algo confusas, y si bien no se puede aseverar que haya querido realizar una pieza de acción con las ansias por extrapolar una nueva realidad social en un marco tan ampuloso como la capital italiana, se puede sentir la recreación de una distopía envuelta de personajes tenebrosos, de oscuro reverso y plagados de inquietantes intenciones. Es ahí donde el film, dentro de su locura intrínseca, plantea ciertas realidades, principalmente en unas situaciones recreadas en interiores; una secuencia de connotaciones sexuales con resquicios de incomodidad parece dar buena prueba de ello. Estas disposiciones de guion proponen encuentros innumerables del protagonista con varios personajes (fanáticos religiosos, narcotraficantes y otros delincuentes de diversa índole), mientras vagabundea por la ciudad eterna en su investigación ante el inminente ataque terrorista y, de paso, buscando algo de redención en sus motivaciones personales, que incluyen a su esposa e hija.
Zeros and Ones lleva el thriller a los terrenos surrealistas a los que nos suele tener acostumbrados su cine, aquí de una manera quizá excesiva, aunque se palpe un tono de búsqueda de lógica interna en sus propósitos formales alocados. Ferrara parece encontrar en su fondo confuso un espejo en el que implantar las fobias y paranoias de esa nueva realidad que parecer quedar instaurarse a partir de la pandemia mundial, un sentimiento de trastorno, en el desconcierto generalizado, que aquí inocula destruyendo ciertas barreras entre los géneros, como una manera de desvirtuar los tropos propios de un thriller de estas características. Es evidente que no será una de sus películas más memorables, pero Ferrara vuelve a demostrar su temperamento revolucionario y experimental, siempre fiel a su objetivo de conseguir una tonalidad tan enfermiza como agitadora. Si no ha entendido la trama, no se preocupe, que Ethan Hawke volverá a aparecer en medio de los créditos finales y se la intentará explicar.