Todo final es al mismo tiempo una oportunidad para un nuevo comienzo. Anke es una mujer recién jubilada de su empleo en la parroquia de un pequeño pueblo de la Selva Negra en Alemania. Planea reunirse con sus hijos en la costa del mar Báltico para pasar las vacaciones de verano, pero Max no puede abandonar Hong Kong, donde reside hace años, por las protestas masivas de su población. Para solucionar el distanciamiento entre ellos, la madre se propone visitar a su hijo, que estará ausente durante unos días por un viaje de trabajo. Wood and Water (Jonas Bak, 2021) establece rápidamente una atmósfera de intimidad que retrata con un distintivo uso observacional de su cámara la soledad de la protagonista a partir de planos estáticos. Una vez concluidas sus obligaciones profesionales se encuentra sola en casa, pasando el tiempo, aprendiendo a practicar taichí viendo videos por internet en su portátil. Se informa de las protestas de la antigua colonia británica por los informativos de la televisión. Mira el bello entorno repleto de exuberante vegetación a través de sus ventanas. Su vida de un momento a otro se ha transformado en algo inmóvil y carente de objetivo, que le da tiempo para recordar con nostalgia su antiguo hogar y los felices años de su vida en familia allí.
Jonas Bak resuelve el trayecto del viaje con una mágica transición que nos lleva desde los bosques germanos a la megaciudad de Hong Kong atravesando un oscuro túnel. Así comienza a marcar las múltiples ambivalencias y dualidades que expresa el discurso del filme, desde su concepción formal, con los contrapuntos entre lo rural y lo urbano, la naturaleza y los enormes bloques de hormigón, el pasado y el futuro, la religión cristiana con sus iglesias y los ritos callejeros de las enseñanzas chinas. La arquitectura cobra una especial relevancia durante las horas que pasa mirando desde la ventana del apartamento de su hijo ausente o en los paseos de la protagonista por las calles, avenidas, plazas y lugares de interés. El director fragmenta el espacio construyendo formas visuales imposibles, casi como un rompecabezas, pero también utiliza a Anke como una figura más, perdida en un océano de personas en la inmensa urbe, abriendo el plano con un lento zoom. A partir de distintas conversaciones con extraños que se encuentra —el portero del edificio donde vive su hijo, un psiquiatra, un vidente, un activista y una joven mochilera— la película perfila sus sentimientos ambiguos ante esta nueva etapa vital y ayuda a expresar sus anhelos e incertidumbre al afrontar las desconocidas posibilidades abiertas ante ella. Algo que se vincula como paralelismo con las protestas y los cambios políticos y sociales que amenazan con transformar para siempre la isla en pocos años.
Los ruidos de las protestas, las mismas calles y sus edificios crean unos decorados y ambientes únicos, que se presentan como enigmáticos dentro de una aproximación naturalista, en cuyo reflejo directo de la realidad como trasfondo se percibe un sentido de extraña hibridación de ficción y documental —que se intensifica por la participación de gentes de lugar y la presencia de la propia madre del director como su personaje principal—. Las luces que se filtran del exterior en una habitación de un hostal o las nocturnas de miles de ventanas de bloques de apartamentos que marcan como un faro otras tantas vidas desconocidas, los comercios y la multitud que pasea por las avenidas. A partir de la fotografía en 16 mm los espacios se capturan siempre en función de quienes los habitan. Los espacios, o nuestra percepción de ellos, cambian con el transcurso del tiempo. Nosotros mismos generamos unas formas de ser y estados de ánimo mediatizados por ellos. La ilusión de lo permanente de Anke se desmorona poco a poco, al sumergirse en esta inmensa metrópoli en la que en cada esquina hay una historia por contar o experimentar, en la que conviven la energía disruptiva y regeneradora de las manifestaciones con la práctica de tradiciones milenarias que buscan el equilibrio y la paz interior. Otro elemento de contradicción que también propone el descubrimiento de sí misma lejos del hogar, de los lazos que la unen a un pasado que ya no sirve para definir su identidad actual, o la que puede buscar y formar a partir de ahora.
Crítico y periodista cinematográfico.
Creando el podcast Manderley. Hago cosas en Lost & Found.