La, por el momento, breve carrera de Rémi Chayé como director ha dado como fruto dos películas que no solamente han sido aplaudidas por la crítica, sino que representan ambas una continuidad de estilo que coloca al francés como una de las figuras más reconocibles de la animación europea moderna. Sin embargo, antes de llegar a El techo del mundo, conservamos un cortometraje de su época de estudiante en la escuela de animación de La Poudrière, presentado en 2005 y que anticipa lo que estaba por venir una década después.
O tal vez no. Porque observar Eaux fortes como parte del continuo temático y narrativo que representa la obra de Chayé en la actualidad no tiene demasiado sentido. Este corto, de poco menos de cuatro minutos, explora sensibilidades artísticas que no formarán parte de su obra posterior, pero que sin duda resultan muy interesantes y plasmadas en una animación de muy alta calidad para ser un trabajo estudiantil.
La idea es sencilla. Un hombre, ajeno al caos que le rodea, se compra una caja de cigarrillos, es arrastrado por un tsunami que asola toda la ciudad y cae en una casa inundada en la que los objetos flotan simulando acciones cotidianas. Poco después, vuelve a emerger a la superficie y observa el paisaje mientras trata de encenderse un cigarrillo. Esto es todo a nivel narrativo, pero al verlo en acción uno siente que no está ni siquiera arañando la superficie de una obra sutil y creativa.
No creo que exista una única y clara forma de interpretar este corto y probablemente a partir de la metáfora sea posible llegar a conclusiones muy distintas, pero personalmente veo en ella una evocación muy marcada de vacío vital, ejemplificado en esa falta de entusiasmo con la que el protagonista afronta una situación de vida o muerte. Esta sensación se ve acrecentada por una música de fondo que parece una extensión de la oquedad de su propia contemplación, esa no acción/no reacción de alguien a quien le está pasando algo extraordinario.
¿Y qué representa la inundación? A saber. Un peligro, una amenaza a la zona de confort, una invitación o impulso al cambio, una transición de la vida a la muerte. Todas esas interpretaciones, en las que en algún momento pienso mientras veo el corto, llegan al mismo punto: no importa qué sea exactamente, algo cambia en el protagonista. En esa escena final se muestra absorto en el horizonte, observando por primera vez y siendo consciente de algo, no sabemos qué. Sólo vemos que no ha logrado fumarse su cigarrillo porque se estropeó su mechero, y que eso le genera, por primera vez, un sentimiento de extrañeza y de no pertenencia a un mundo que hasta ahora había ignorado.
Y esto último lo reconocemos porque Chayé cierra con un plano general, en el que el paisaje se extiende frente a su meditabundo personaje. Eaux fortes, más allá de lo ambiguo o rico de su mensaje, es una buena obra en la medida en que logra desarrollar un lenguaje visual elocuente. Consigue, sin ningún apoyo en diálogos, transmitir ideas como el vacío emocional de su protagonista al enfrentar una situación absurda y caótica puramente mediante la elección de planos, o la inmensidad del desastre frente a su insignificancia utilizando un trazo minimalista.
Por supuesto, que su apoyo sea eminentemente visual era de esperar y forma parte de su aprendizaje como autor. Lo que resulta tal vez más sorprendente es la ambición a nivel conceptual y expresivo de la obra. Chayé ofrece con Eaux fortes una narrativa sencilla y medio surrealista, que esconde sin embargo una abstracción interpretable de muchas formas distintas. Juega sin problemas en una liga que corresponde a autores mucho más avanzados y experimentados en un estilo propio, y lo hace apenas despegando, con un corto no profesional y explorando temas y estéticas que ni siquiera forman parte del continuo de su obra actual. Sin duda, es una agradable rareza experimental de un director a quien hoy en día podemos conocer y disfrutar por una visión de la animación bien reconocible.