Dror Moreh se esfuerza en ser objetivo. El documentalista presenta el famoso conflicto convivencial entre los pueblos de Palestina e Israel sin tomar parte. Tampoco esconde las trágicas consecuencias de cada paso en falso ni el carácter totalitarista de algunos dirigentes. Otra cosa perfectamente expuesta en el documental es la superioridad económica y militar de Israel. De ahí que, nos cuenta Moreh, la intervención estadounidense centrase casi la totalidad de sus esfuerzos en suavizar la actitud de dicha parte. Y es que, en realidad, su papel en las célebres negociaciones por la paz no fue, como se nos vendió, el de mediador, sino más bien el de ayudador de sus amigos israelitas. En otras palabras, Estados Unidos transmitía a la parte dominada las exigencias de la parte dominante. Moreh tampoco esconde el hecho de que todos los interlocutores norteamericanos fueran judíos. Y es algo que, nuevamente, el director expone sin llegar a condenar.
Centrándonos ahora en el territorio formal, The Human Factor es una película dinámica. La espesor de los hechos no impide que los mismos estén contados con agilidad e incluso, en ocasiones, sentido del humor. Y también de una forma muy comprensible. En este sentido, el trabajo que nos ocupa recuerda agradablemente (y salvando las distancias) a la obra de Errol Morris. Y no del modo en que pudieran hacerlo títulos como El impostor (Bart Layton, 2012) o Tres idénticos desconocidos (Tim Wardle, 2018), productos exageradamente pamfletarios y prefabricados, únicamente interesados en la “fórmula Morris” por su potencial sensacionalista. Contrariamente, la mezcla de entrevistas con material de archivo y el manido recurso del zoom aplicado a la imagen congelada aparecen aquí como recursos perfectamente orgánicos. Igualmente acertada resulta la selección de información: pensemos, por ejemplo, en el conflicto generado a raíz de la presunta importancia de un apretón de manos: la inclusión de la anécdota en el documental sirve para ejemplificar el complicado choque cultural con que tuvieron que lidiar los intermediarios, al tiempo que dota la película de cierta humanidad.
Así pues, tenemos delante un producto que se esfuerza en ser objetivo y hace gala de un dispositivo formal bastante completo. ¿Dónde está entonces el problema? El problema está, como casi siempre, en el punto de partida tomado. El caso es que The Human Factor trata de ubicarse en una posición imposible. Y la contradicción puede verse ya en el primer párrafo de este mismo texto: jamás podrán tratarse por igual dos partes enfrontadas cuando una de ellas domina militarmente a la otra. Y sin embargo Dror Moreh, incluso después de exponer tal desproporción, termina por presentar la situación como un conflicto cuya resolución depende por igual de las dos partes. Algo que no le impide (insisto) desentrañar con minuciosidad y precisión las claves del famoso y fallido proceso de paz entre Palestina e Israel de finales de siglo XX. Se trata más bien de una carencia de ética que, ahora sí, impide otorgar las responsabilidades a quienes realmente pertenecen. Y ello puede verse claramente, por ejemplo, en el hecho de que en toda la película nunca se hable del verdadero origen del “conflicto”: nada menos que una auténtica invasión militar. Estamos, por lo tanto, ante un producto de valores formales muy loables pero falto del inconformismo exigible a todo aquél que se proponga describir escenarios de opresión.