Llamativa rareza en la filmografía de Akira Kurosawa, Crónica de un ser vivo supuso el retorno a las pantallas de Kuro después de cosechar éxitos mundiales con Rashomon, Vivir y Los siete samuráis implicando su vuelta al cine pequeño y comprometido en el que trataba de radiografiar el estado de la sociedad japonesa tras la derrota en la II Guerra Mundial. El maestro ya había tocado con gran maestría esta temática en obras cumbres como El ángel ebrio, El perro rabioso y la extraordinaria Un domingo maravilloso.
Crónica de un ser vivo está considerada como una obra menor dentro de la filmografía de Kurosawa. Es cierto que la cinta adolece de una fotografía nerviosa con predominio de primeros planos y de un ritmo acelerado lejano de la meditación latente en sus obras más potentes (Vivir o Dersu Uzala por ejemplo). No obstante el resultado final deja un grandioso sabor de boca gracias a un guión que dispara una brutal crítica contra las consecuencias psíquicas que provocó en la población nipona los bombardeos nucleares atacando igualmente el egoísmo de un ser humano incapaz de entender las motivaciones del prójimo cuando éstas van en contra de su propio interés siendo reseñable igualmente la magistral eficacia con la que Kurosawa empalma los sucesivos planos dotando a la trama de un gran ritmo con momentos de recogimiento que invitan a la reflexión.
A Kurosawa se le ha criticado su estilo pro-occidental emparentado con el gran cine americano de los años 40 muy alejado del cine silencioso e introspectivo de los grandes maestros del cine puramente japonés siendo los ejemplos más claros Ozu y Naruse. Ese estilo se detecta en los títulos de crédito, unos de los más raros de la filmografía del maestro japonés, en los que el jazz acompaña imágenes documentales de la muchedumbre y los tranvías deambulando por las calles de una ciudad japonesa. La cámara se mueve como un ojo nervioso para presentarnos a un dentista, el Dr. Harada, interpretado por el otro actor fetiche de Kurosawa, Takashi Shimura, que abandona la clínica dental que regenta para acudir como árbitro a un Tribunal de resolución de conflictos familiares.
El conflicto a solucionar consiste en la solicitud de los miembros de la familia Nakajima para que el Tribunal de Familia declare incapacitado a su padre Kiinji debido a los actos obsesivos del cabeza de familia que está decidido en comprar una granja en Brasil para huir de las consecuencias de la radiactividad vertida en Japón tras los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki lo que supondría el abandono del próspero negocio familiar consistente en una fundición y la dilapidación de la fortuna acumulada. Absolutamente friki e histriónica es la caracterización de Toshiro Mifune en el papel de Kiinji. Toshiro aparece ataviado con un traje blanco batiendo un ‹pai pai› disfrazado de anciano otorgando a su representación un halo teatral y excesivo muy habitual en su extraordinaria carrera.
Kurosawa centra la atención en las interrelaciones interesadas que se establecen entre los componentes legítimos e ilegítimos de la numerosa familia Nakajima a la que presenta como un ente desestructurado por la codicia. El director japonés contrapone las escenas de tensión de la familia Nakajima con las escenas de calma presentes en la vida del Dr. Harada que vive atormentado tras ser testigo de la declaración paranoica de Kiinji cuyas palabras han hecho mella en su conciencia insuflándole un estado nervioso provocado por el miedo nuclear.
La película goza de algunas de las escenas más estrafalarias de la filmografía del maestro como la secuencia de la presentación de la película de la granja brasileña en casa de los Nakajima que finaliza con los saludos de una familia japonesa caracterizada con tez morena, las peleas encarnizadas entre los miembros de la familia y la escena del alegato de Mifune en el juicio en la que expone su turbulenta vida familiar y su desconfianza en el ser humano a través de la instauración del miedo atómico. Kurosawa refleja hábilmente la soledad a la que se enfrenta Kiinji que solo encuentra el rechazo de los numerosos miembros de su familia a los que acude en auxilio tras ser declarado legalmente incapacitado para solicitar el dinero necesario con el que adquirir el terreno sudamericano.
Alejada de sus películas neorrealistas de los años 40 y de la mirada introspectiva del Holocausto Nuclear filmada por Mikio Naruse en la magistral Nubes flotantes o la revisión terrorífica y demoledora realizada por Shōhei Imamura en su aclamada Lluvia negra, Kurosawa elabora una cinta ágil en la que el miedo presente en la sociedad japonesa inducido por el pánico nuclear sirve de excusa para retratar el infeliz retraimiento característico de una sociedad desesperanzada donde los obstáculos humanos impiden satisfacer los sueños legítimos.
La película combina con gran eficacia melodrama y denuncia social beneficiándose de dos interpretaciones radicalmente opuestas: la histriónica de Mifune y la reflexiva de Shimura siendo esta yuxtaposición una magnífica metáfora de las diferentes personalidades presentes en el Japón de post guerra. Kurosawa culmina la narración con un acto de locura efectuado por un Kiinji acorralado por su temor y aislamiento que provocará un viaje sin retorno a la demencia estimulado por una acción egoísta que provoca consecuencias funestas en las vidas de las personas que le rodean. La película culmina de esta manera con una instructiva moraleja demostrando que cuando el egoísmo es combatido con egoísmo nunca podrán obtenerse buenos resultados.
Crónica de un ser vivo es una película muy interesante y personal. Contiene la típica mirada “kurosawiana” de cine humanista en la que se exponen los vicios y virtudes presentes en el ser humano con la recurrente idea consistente en enfrentar al protagonista a la difícil elección entre renuncia o acción, originando esas acciones malignos perjuicios para un tercero. Kurosawa actúa como un trovador intimista que canta una historia arriesgada alejada de cualquier ornamento dejando pocas oportunidades para la esperanza siendo la indiferencia y desafectos los puntos característicos de una fábula que manifiesta la destrucción psíquica y las penas sufridas por un Japón devastado por una guerra inmoral que arrasó todo con su sanguinario rastro de muerte expresadas poéticamente en el silencioso plano fijo final de enorme belleza visual.
Todo modo de amor al cine.
Siempre me gustó muchísimo esta película (sin duda de las menos conocidas del gran maestro), maravillosa y poética reseña. A diferencia de las películas que le precedieron, Kurosawa parece no tan interesado en las representaciones directas de la sociedad, consideremos que ya a mediados de los años 50 Japón estaba entrando en su milagroso auge económico.
Es una película que le tengo mucho cariño. Siempre he leído que si es un Kurosawa menor, que si es una película muy superficial alejada del estilo de Kurosawa, que si es una película lenta (!sí, alguno lo ha dicho cuando es una de las películas de ritmo más endiablado de Kuro y ya si comparamos con Ozu o Naruse es un Ferrari! :P). Para mí no lo es. Tiene la esencia del cine de Kuro, esas historias humanistas, muy ancladas en las preocupaciones del Japón de la época y de las miserias y virtudes del ser humano (muy Shakespeare, y ahora que hablamos del Rey Lear, un poco Rey Lear, un padre al que los hijos solo le quieren por su poder económico y en su propio interés (¿anticipo de Ran?) Es cierto que la cámara es un poco nerviosa y que desvirtua un poco el carácter reflexivo de la historia, pero Kurosawa siempre ha sido más operístico que introspectivo (estilo Rigolettiano que influyó en otros cineastas como el cine de Sergio Leone por ejemplo). Las interpretaciones de Mifune así lo atestiguan y en Crónica de un ser vivo hay una mezcla de estilos, que pueden llamar la atención a los fanáticos más superficiales del cine de Kuro, pero que a mí (que me encanta Kuro) me parece que no deben caer en al análisis superficial del calificativo de obra menor. Creo que Akira buscó hacer una crítica a aquellos que ya empezaban a menospreciar desde Japón sus éxitos en el extranjero y que le consideraban un extraño en la cinematografía japonesa. Es como si quisiera decir: os voy a contar una historia que bebe de las raíces de Japón (el miedo nuclear) desde mi óptica de autor utilizando mi estilo occidental. No sé si esto fue así, lo que sí me parece es que Crónica de un ser vivo es por ello una de sus películas más personales y para nada fallidas. Como bien dices se aleja del carácter más depresivo de sus obras de post guerra ya que vemos a una familia adinerada y una sociedad que empieza a salir de la depresión (reflejada en la familia Harada), pero deja al final un halo de desesperanza influenciado por la presencia del dinero, elemento que está lejos de proporcionar la felicidad. Vaya rollo que te he contado jeje. Esta película es más compleja de lo que a simple vista parece :)
No tengo más que añadir a la reseña y el comentario. Magnífico y estoy de acuerdo al 100%, como suele ocurrirnos. Un beso enorme y siempre es un placer leer tus reseñas!