Calladita es el segundo trabajo de Miguel Faus como director tras su exitoso y premiado debut La muerte de Don Quijote. Estrenado en el pasado Festival de Málaga se erige como un ambiciosa plataforma que aspira a convertirse en largometraje en breve. Se trata de un cortometraje muy bien hilvanado poseedor —como ya contaba su primer trabajo— de una hermosa y cuidada fotografía que entra por los ojos con mucha facilidad para contarnos una fábula que desfila entre la denuncia social y el thriller “Loseyiano” merced a su puesta en escena luminosa desde el punto de vista externo pero igualmente oscura en sus intimidades más escondidas.
Y ese es uno de los aspectos más seductores de este estupendo corto. El contraste entre la luz que desprende su localización en un caluroso día de verano en una mansión ubicada en una lujosa urbanización de la Costa Brava catalana con su inquietante contrapunto que apuesta por analizar las relaciones humanas a través de la sumisión impuesta que se establece entre el patrón y sirviente llevado este punto a un contexto contemporáneo y muy cercano.
La película cuenta la historia de Ana, una inmigrante latina que trabaja como empleada doméstica en una mansión de la Costa Brava donde la noche anterior ha tenido lugar una juerga disfrutada por los veinteañeros hijos de los dueños de la casa aprovechando el final del verano y la ausencia de sus progenitores. Prueba de ello es el evidente desorden existente en el jardín, unas bragas flotando en la piscina del hogar, las botellas de licor desperdigadas por el césped y la ausencia matutina de los juerguistas. Así, en silencio, a través de magníficos planos que persiguen a la protagonista que se comportan como sus propios ojos y mentes, iremos averiguando pequeños secretos que se van destapando poco a poco, como el anhelo de la esclava de ser ella la protagonista de la función por una vez sin tener que aguantar las impertinencias y flatulencias de unos jóvenes ricos vacíos y leves acostumbrados a vivir sin pasar penurias económicas y explotando en su beneficio el tiempo de sus esclavos.
Ana aprovechará un descuido para hacerse con el móvil de la hija de sus patrones, una chavala que ha pasado una noche de sexo con un hombre a priori mayor que ella, entrando en su tinder para hacer ‹match› con un apuesto treintañero y quedando con él por la noche en la mansión para vivir una noche de sexo y desenfreno. Pero antes del encuentro, Ana tendrá que soportar las bromas soeces del grupo de amigos del hijo pequeño de los señores, tragándose las groserías lanzadas por unos veinteañeros que sólo aspiran a volver a correrse una buena juerga nocturna.
Mediante un guion que mezcla con mucho talento géneros como el drama social europeo o el thriller de Ozon (algunas de las escenas captadas por Faus me recordaron al cine del autor de En la casa, sobre todo por ese gusto estético que apuesta por la belleza formal para enzarzar unas historias bastante sórdidas y tenebrosas), enmarcando el relato en el único escenario de una mansión que a pesar de sus espaciosos habitáculos alberga una intriga donde la opresión, las relaciones de clase y servidumbre y, por tanto, el ejercicio del poder contra nuestros semejantes y la lucha por liberarse de esa sumisión obligada, Calladita se alza como un notable corto que en mi opinión sabe aspirar con mucho acierto esas atmósferas tan explosivas, a la vez que reposadas, construidas por Joseph Losey en su trilogía de Harold Pinter.
Por ello espero ansioso que este muy buen patrón culmine en un aún más hermoso vestido con el que poder deleitarnos en un futuro, puesto que muchos de los misterios y enigmas planteados en Calladita necesitan ser resueltos. Y es que, ¿será Ana una reencarnación de ese malévolo Dirk Bogarde que regateaba y hacía la vida imposible a un señorito más cándido que avispado, o por contra se destapará como una víctima propiciatoria de unos señoritos pijos que se creen por encima de la ley y del mal que, a pesar de mostrarse no demasiado agresivos ni violentos, pueden esconder debajo de su disfraz a uno de esos psicópatas de la ‹jet set› patria?
Todo modo de amor al cine.