No es Park Chan-wook uno de los cineastas que haya llegado a Hollywood precisamente por sus aptitudes para realizar películas según el modelo de La Meca del cine, más bien lo es por el hecho de haberse convertido en uno de los grandes nombres no sólo del cada vez más emergente cine surcoreano, sino también del cine asiático en general. Esa, llamémosle, distinción le ha ido llegando con el tiempo a medida que realizaba films que han sorprendido a propios y extraños, en especial esa Oldboy enmarcada en medio de su “Trilogía de la venganza” que le reportó no pocos elogios en un terreno, el de la ‹vendetta›, donde ha logrado sus resultados más celebrados, por lo que no es de extrañar que precisamente su debut en Estados Unidos parezca ir en esa dirección.
Sin embargo, el coreano nunca ha sido uno de esos cineastas conformistas que repitan una fórmula hasta el hartazgo, lo que le ha llevado a rodar films tan dispares como Soy un cyborg, esa extraña mezcolanza entre romance, humor y fantasía, Thirst, su particular aportación al género vampírico y el título al que dedicaremos hoy unas líneas: la portentosa Joint Security Area (JSA) donde exploraba en un marco tan delicado como el de la frontera entre Corea del Norte y Corea del Sur un tema que, por curioso que parezca, no ha sido muy recurrente en su filmografía. La amistad.
Encuadrada en ese singular contexto, Joint Security Area construye durante sus primeros minutos y entorno a la muerte de dos soldados norcoreanos un thriller de cauce dramático que Park Chan-wook conduce con mano maestra manejando a la perfección una de las principales herramientas de la película, el ‹flashback›, así como distribuyendo la información para que el espectador se vea inmerso sin mayor dificultad en un relato que va girando sus tornas a medida que transcurren los minutos.
Así, el relato de una oficial que será destinada a realizar una investigación que implica al presunto responsable de esas muertes y a dos partícipes, derivará de lo que bien podría ser un thriller de tintes políticos a una cinta que encuentra en sus mimbres dramáticos una baza capital. Para ello, apoya su peso en momentos de mayor cariz cómico que encuentran en secuencias como la de la frontera o en esas baterías perfectamente engarzadas y montadas un refuerzo para restar peso dramático al conjunto y lograr un acercamiento mucho más humano tanto a sus personajes como motivaciones. Tampoco faltan momentos tragicómicos (como esa conversación del ayudante norcoreano con el surcoreano tras su primera visita a la caseta) que terminan por realzar ese lirismo tan habitual del cine de Park Chan-wook.
Protagonizada por dos de los que a la postre serían abanderados de esta nueva generación en el cine coreano, de entre los que destacan los nombres del genial Song Kang-ho (más conocido por sus participaciones en los films de Jong Boon-ho o Kim Ji-woon), que más tarde volvería a unir fuerzas con el autor de Soy un cyborg en Thirst, y Lee Byung-hun (otro habitual en el cine de Kim Ji-woon, que daría el gran salto protagonizando A Bittersweet Life), todo ello sin olvidar a otros dos actores, un Kim Tae-woo que se va abriendo paso gracias a sus colaboraciones en el cine de Hong Sang-soo y el de Shin Ha-kyun, que más adelante volvería a estar en Sympathy for Mr. Vengeance y Thirst, además de haber protagonizado grandes cintas de los últimos años como Salvar el planeta Tierra o No Mercy for the Rude, Joint Security Area sustenta buena parte de su peso sobre unas interpretaciones que incluso en sus aportaciones más cómicas (el personaje interpretado por Shin Ha-kyun) encuentra el equilibrio necesario, siendo un perfecto ejemplo la ya citada secuencia en la que él se dirige al soldado surcoreano Lee la primera vez que este visita el barracón norcoreano.
Narrada mediante largos ‹flashback› cuya disposición incluso sorprende por los momentos en los que el coreano decide incrustarlos, sus anclajes en ese sentido también resultan particularmente eficientes, logrando mantener en pantalla una intensidad que se percibe en esos primeros compases en los que Chan-wook sabe concebir una extraña intriga, y se intensifica de modo soberbio cuando el relato que atañe a sus protagonistas arranca en realidad dejando atrás un tramo inicial que, sin embargo, nunca es entendido como una mera comparsa debido a la información que va ofreciendo sobre una situación que parece agravar a priori una condición realmente delicada debido al escenario en el que se disponen esos hechos, y que más tarde servirá para entretejer con mayor solidez una relación concebida del modo más casual posible.
Con una realización que ya empezaba a mostrar los típicos tics del cine de Park Chan-wook, y que encuentra en ralentíes y el empleo de una curiosa banda sonora (quizá no tan atinada como en sus posteriores trabajos debido a la visible falta de medios) la síntesis de un cine tan particular como poético, Joint Security Area supone más que un canto a la amistad un canto al humanismo en un entorno que pese a ser afín para armar un relato de esas características no aprovecha sus bazas para sensibilizar al espectador, sino más bien todo lo contrario: conduce con honestidad y cercanía una historia mayúscula en la que los sentimientos (Lee atacando a la oficial tras la secuencia del suicidio frustrado) forman la más importante de sus virtudes en una de esas joyas difícilmente repetibles que iniciaban el periplo (aunque anteriormente Chan-wook ya había dirigido dos films) de uno de esos cineastas que se ha convertido, con derecho propio, en uno de los grandes talentos a seguir que ojalá nos siga regalando trabajos tan emotivos y preciosos como esta Joint Security Area.
Larga vida a la nueva carne.