El ingeniero Alain (Laurent Lucas) trabaja en una empresa de domótica y se muda a una nueva casa en una zona residencial de alto nivel junto a su esposa, Bénédicte (que interpreta Charlotte Gainsbourg). Una pareja feliz a la que la vida parece ofrecerle todas las posibilidades, pero que desde la despiadada mirada de Dominik Moll seremos testigos de su descomposición en Lemming (2005) aprovechando los mecanismos del thriller psicológico aplicados a lo que aparenta ser en principio un convencional drama de parejas. Desde que aparece un atasco en el fregadero de su hogar provocado por ese pintoresco roedor que da título a la película, todo lo que configuraba una vida perfecta se va desmoronando según lleva a sus personajes a situaciones cada vez más límite. La aparición del jefe de Alain y su mujer (André Dussollier y Charlotte Rampling) como invitados a cenar despiertan una oscuridad subyacente —que parece inevitable y emerge de su propio interior—, materializándose entre las cuatro paredes de una residencia definida por colores fríos y excesivo espacio, pendiente todavía por ocupar para hacerla suya. Se trata de dos parejas con una diferencia de edad evidente. Ejemplifican, por un lado, las esperanzas por progresar en la sociedad burguesa cumpliendo sus normas de los más jóvenes. Por otro, la aceptación del cinismo y la hipocresía que en realidad rigen las convenciones sociales dentro y fuera de su entorno personal y laboral para alcanzar y mantener ese estatus de los más veteranos.
Con la referencia de filmes como Swimming Pool (François Ozon, 2003), las imágenes de Lemming pasan de la extrañeza a la fragmentación psicológica de los personajes principales a través de este desdoblamiento dramático que juega con el espectador mediante el antagonismo con sus propias proyecciones en el otro. Bénédicte ve en Alice (Rampling) un aviso directo de lo que el paso del tiempo puede hacer tanto en su relación como en ella misma. ¿Qué pasaría si sigue reprimiendo sus deseos y supeditándolos a la carrera y las aspiraciones de su marido? El temor a que la pérdida de su belleza al envejecer haga que busque en otras lo que ella no podría darle también está presente. Richard (Dussollier) es la figura que guía el modelo a seguir para Alain. Mientras diseña dispositivos para controlar minuciosamente todos los aspectos de la vida doméstica, la suya se descontrola irónicamente desde el momento en que ve las grietas de la máscara que mantiene su jefe. La clave de la supervivencia está en asumir la falsedad de las reglas mientras a la vez ayudan a perpetuarlas. Un rompecabezas que a Moll le lleva a sacrificar parte de la verosimilitud del relato para respetar la coherencia discursiva de su narrativa hacia el último tramo de la película.
Casi toda la acción de la cinta transcurre en las habitaciones, el garaje, la cocina o el salón de una casa en la que llegado el momento lo onírico, la realidad y el estado mental de Alain y Bénédicte se confunden. Desde la dimensión social hasta el individuo, de los vínculos amorosos a los códigos morales que rigen la convivencia… Lemming apuesta por la ambigüedad en multitud de secuencias para realizar toda una deconstrucción de las clases altas y la identidad de sus protagonistas, avocados a su autodestrucción si no reconcilian estas contradicciones y se dejan llevar por la inevitable alienación. Algo que salvaría también su salud mental y su relación tras experimentar una crisis que, como el pequeño mamífero que encontraron en el desagüe, les obliga a nadar hasta quedar exhaustos sin mirar atrás, sin posibilidad de redención. Todo un comportamiento suicida que define por completo un mundo obsceno y hedonista, en el que las decisiones se toman únicamente por las consecuencias previstas, fuera de toda consideración ética.
Crítico y periodista cinematográfico.
Creando el podcast Manderley. Hago cosas en Lost & Found.