Nasir destila la vida de un hombre musulmán en la India mediante una serie de planos estáticos que dibujan su rutina. Como un objetivo que registra la realidad del día a día, la cámara permanece inmóvil acorde a la serenidad cotidiana de Nasir, un tendero local. El cineasta Arun Karthick vuelve a proponer un monográfico que se centra en el silencio de los espacios tras Sivapuranam (2015), porque la creación semi-barroca y encerrada de los lugares donde Nasir vive y trabaja parecen todavía más estrechos en formato 4:3.
En Nasir, el ambiente de un gueto por el que nuestro hombre transita, ajeno a las agitaciones políticas que suenan en la radio y en las calles, se verá cargado de colores desde la luz del alba hasta el anochecer. Esos colores, propios de los atuendos tradicionales indios y las miles de telas que aparecen en la tienda de textiles donde Nasir trabaja, son imágenes de la fe hindú así como las guirnaldas y ‹bindis› que él coloca a los maniquíes y estatuas de dioses todos los días. Unos dioses que le son ajenos completamente pero que trata con delicadeza y decoro. En oposición al ambiente de la tienda, el exterior constituirá la imagen del Islam, donde la figuración y la poesía reflejarán sus principales motivos artísticos (en el arte musulmán no hay representaciones plásticas de Dios sino que prima la entonación durante el rezo y la literatura, así como la arquitectura, para expresarse).
Nasir es un poeta que vive en un mundo prosaico. Su condición religiosa lo hará diferente a pesar de ser ajeno a cualquier tipo de confrontación. Mientras intenta sacar a los suyos adelante (su mujer, su madre con cáncer y su sobrino discapacitado) el ambiente que le es extraño comenzará a volverse peligroso, no de una manera progresiva, sino desde lo silencioso de una mirada de desprecio en la calle, desde un comentario desatinado en el trabajo o desde una protesta nacionalista en el barrio. La India es un país con un elevado número de fieles musulmanes (el Islam es la segunda religión mayoritaria) y la confrontación con el hinduismo se acrecienta debido, en gran parte, a un exacerbado nacionalismo. «Un país, una religión» gritan unas voces anónimas, una masa que se reúne para marchar por la supremacía de su fe… La vida de Nasir lo mostrará realizando el ‹salat› mientras observa como los jóvenes coquetean y usan Facebook, un compañero de trabajo tiene una relación homosexual o un viejo amigo le pide revistas porno. Lejos de hacer juicios morales, él se limitará a practicar su religión en paz y a escribir poesía mientras carga con las deudas, el trabajo, la responsabilidad de cuidar a su familia y la discriminación casi invisible para el resto.
El orden estático de Nasir se romperá en varios puntos del film, aunque solo se hable del último. Porque tal y como la cámara se ve obligada a moverse por una turba de gente que corre por las calles, los indicios de un caos inminente se vislumbran en muchos de los anteriores planos. Su sobrino Iqbal se sale de los contornos de los peces que pinta en su cuaderno de actividades, así como la música rock de la habitación de unos estudiantes rompe con la armonía anterior… Los peces aparecen por doquier en la película moviéndose con calma dentro de espacios reducidos. Algunos de ellos son falsos, meras “imitaciones” de la naturaleza, como los del póster movible y los dibujos del cuaderno del joven. Las imágenes del agua son como el reflejo de lo inmaterial cuya imagen da otro punto de vista de la realidad. Una que eclosionará de la manera más brutal posible, rompiendo todo equilibrio. Una mesura que se veía en la composición, en la ordenación de los tocados de la tienda, en la música, en la poesía, en la persona misma de Nasir y, de manera cómica, en una camiseta que une los logos de Batman y Superman… ¿Pueden convivir dos modos distintos de entender la vida en un mismo lugar? Tras los seguidores de Ganseha que alzan las voces en las calles y Nasir, el hombre honrado que profesa su fe en silencio, se encuentra la obra de Dilip Kumar en la que se inspira la película. A Clerk’s Story incide en la figura del vendedor como representación de la monotonía, el anonimato y la impotencia de la vida moderna, pero también de los anhelos incipientes que subyacen al prosaico negocio de vender productos producidos en masa y obedecer órdenes. En Nasir, la condensación de esta idea parte del plano fijo con el que Karthick construye y finaliza su obra, tan solo forzado a moverse por circunstancias ajenas y terribles. Un modo de acercarse al alma tan preciso como hermoso que se rasga cual vestidura indigna.